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                      El difícil comienzo  | 
                      La
                        Habana,
                        
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                          La historia de Cuba en los Juegos Olímpicos comienza con  los albores del siglo XX cuando la naciente república pujaba por su  independencia. El deporte sufrió los avatares de una neodominación extranjera y  la desidia de los gobernantes de turno. Así   la presencia nacional en las Olimpiadas, de modo principal fue por el  esfuerzo físico y económico de los atletas.   
                             
                             
                              Ramón Fonst fue el  primero en París (1900) 
                                 
                                Cuando Cuba presentó las primeras credenciales olímpicas  en la capital parisina, precisamente en la sede que brindó al precursor Pierre  de Coubertin la posibilidad de cumplir el añorado sueño en su ciudad natal,  correspondió al habanero Ramón Fonst Segundo conquistar la primera medalla  dorada en la prueba de espada individual y otra de plata en la modalidad espada  para maestros profesionales. 
                                 
                                Cabe señalar que Fonst, nacido en La Habana, 31 de agosto de  1883, aun no había cumplido los 17 años de edad, los cual constituyó un  verdadero acontecimiento en la cuna de dicha disciplina. Baste decir que del  buen total de 1225 atletas en representación de 26 países, 101 lo hicieron en  la prueban ganada por el criollo. 
                                 
                                 
                                
                                
                          
                            
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                          Tres cubanos  brillaron en San Luis (1904) 
   
                            
                            El traslado de la tercera confrontación hacia San Luís  1904 permitió aumentar a tres la cifra de atletas cubanos participantes: el  propio Fonst, otro esgrimista nombrado Manuel Dionisio Díaz y el simpático  corredor de maratón Félix "El Andarín" Carvajal, de quien haremos en  los próximos párrafos una breve referencia a su singular presencia en el  escenario estadounidense. Fonst repitió la victoria en la espada y añadió otro  triunfo en el florete, mientras Manuel Dionisio conquistó el título en sable. 
   
                            En el caso de "El Andarín" no puede señalarse  que fuera un deportista excepcional, porque sencillamente era un hombre humilde  al que día por día los habaneros veían recorrer las calles con soltura haciendo  sonar constantemente un silbato. Félix Carvajal Soto, como decía llamarse, a  duras penas consiguió reunir el dinero para viajar a la cita olímpica. Allí  salió dispuesto a buscar el triunfo, pero finalmente concluyó en la cuarta  posición. 
   
                            
  Sin penas ni glorias  de nuevo en París (1924) 
   
                              Cuba no asistió a las ediciones olímpicas de Londres 1908,  Estocolmo 1912 y Amberes 1920. La cita deportiva prevista para Berlín, Alemania  (1916) no pudo desarrollarse a consecuencia del estallido de la I Guerra Mundial. En el  retorno de los atletas cubanos a París hicieron el viaje a París 1924, Ramón  Fonst y otros cinco esgrimistas Alfonso López, Eduardo Alonso, Ramiro Mañalich,  Salvador Quesada y Osvaldo Miranda; mientras Enrique Conill, Antonio Saavedra y  Francisco Cisneros intervinieron en la prueba de yatismo con una embarcación  denominada Hatuey. 
   
                              En realidad, aquella participación de Fonst podemos  considerarla simbólica, ya que a la edad de 41 años, muy poco podía hacer el  triple titular olímpico frente atletas de reconocido rango e incluso más  jóvenes. El resto de los competidores antillanos tampoco pudieron pasar de las  eliminatorias y así el nombre de Cuba fue apenas uno más en la lista de 44  naciones representadas.
                              
                          
                            
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                            José Pepe  Barrientos, solitario en Amsterdam (1928) 
   
                            
                            Los resultados del universitario José Barrientos Schweyer  en diversos torneos internacionales de campo y pista celebrados en Cuba y y en  los Estados Unidos, entre los cuales cabe citar el I Carnaval Atlético  Universitario, cuya sede fuera la Universidad de La Habana, 11 de marzo de  1926, determinaron que los federativos del patio escogieran al "Relámpago  Caribe" para representar al país en el compromiso de Amsterdam 1928. 
   
                          
                          Ciertamente, la limitación en cuanto a la cifra de atletas  cubanos participantes tuvo un importante elemento a considerar: la falta de  atención por parte de las autoridades gubernamentales de turno al desarrollo de  las actividades deportivas, por lo de turno gubernamentales, entonces  encabezadas por el tirano Gerardo Machado, jamás prestaron atención ni les  interesó brindar ayuda económica al desarrollo de las actividades deportiva y,  la otra. 
   
                            Pepe Barrientos debió enfrentar en la ciudad de los  tulipanes a los mejores velocistas de la época y solo pudo salir airoso en el  primer heat eliminatorio al recorrer los 100 metros planos en  11,10 segundos. En la siguiente ronda cruzó la línea de sentencia en la cuarta  posición y quedó eliminado. 
                            
                             
  
    Muy poco para contar  en los Ángeles (1932) y Berlín (1936) 
   
    
    La celebración de los Juegos Olímpicos en Los Ángeles  1932, coincidió con la tensa situación política vivida en Cuba durante los años  finales del régimen dictatorial de Gerardo Machado Morales, lo cual impidió la  participación cubana de 11 atletas, previamente inscriptos en las disciplinas  de atletismo, esgrima y tiro deportivo. 
   
    
    Cuatro años más tarde, ya no existía la tiranía  machadista, pero los nuevos gobernantes alegaron carecer de fondos para enviar  una delegación atlética a Berlín, Alemania (1936). 
   
    
    Concluido el conflicto bélico, conocido como II Guerra  Mundial (1945), el Comité Olímpico Internacional (COI) determinó reanudar los  Juegos en 1948, luego del forzado receso que impidió organizarlos en Tokio,  Japón o Helsinki, Finlandia (1940) y mucho menos en Londres (1944). 
   
    
  
    
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  Padre e hijo en el  podio de premiaciones en Londres (1948) 
   
    Cuba reapareció después de par de décadas ausente, a partir  de la solitaria participación de José Barrientos en Amsterdam. Esta vez la  cifra de criollos ascendió a 52 atletas en 12 deportes: atletismo (3),  baloncesto (12), ciclismo (1), clavados (1), esgrima (6), gimnástica (7),  levantamiento de pesas (3), lucha libre (3), natación (2), remo (5), tiro  deportivo (7) y yatismo (2). 
   
    El sistema de selección corrió por cuenta de las  respectivas federaciones nacionales y, en modo alguno primó el sentido de  justicia para garantizar la calidad de muchos de los seleccionados Las máximas  figuras en la pista fueron el camagüeyano Rafael Fortún y el pinareño Ángel  García, quienes cargaron sobre sus hombros la responsabilidad de enfrentar a  los mejores velocistas del mundo en las pruebas de 100, 200 y 400 metros planos. 
   
    Dentro del equipo de baloncesto aparecieron, a pesar de  algunos contratiempos, los mejores jugadores del limitado campeonato nacional,  aunque de los 12 seleccionados, ocho procedían del cuadro de la Universidad de La Habana, equipo base del  director técnico Livio Morales.
   
    Durante los días de competencia -29 de julio al 14 de  agosto- los cubanos perdieron terreno día a día en las distintas competencias y  el balance final solo ofreció una medalla de plata obtenida en el yatismo por  intermedio de Charles de Cárdenas, padre e hijo del mismo nombre, a bordo de la  embarcación Kurush IV en la clase Start.
   
  
  
   
  
  
    
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  Regreso con las  manos vacías desde Helsinski (1952) 
   
    Los resultados de los competidores cubanos en los I Juegos  Deportivos Panamericanos, Buenos Aires, Argentina (1951), básicamente los del  velocista Rafael Fortún, doble titular continental en 100 y 200 metros planos, así  como las medallas de oro alcanzadas por los gimnastas Ángel Aguiar y Rafael  Lecuona, hicieron pensar a muchos especialistas locales en las posibilidades de  mejorar las discretas actuaciones de Londres. Pero una cosa son los vaticinios  y otra la cruda realidad del terreno competitivo... 
   
    El golpe de estado impuesto por la cúpula militar  encabezada por Fulgencio Batista, 10 de marzo de 1952, apenas unos cuatro meses  antes de la inauguración de los Juegos en Helsinki, Finlandia, en gran medida  contribuyó a echar por tierra las sanas aspiraciones atléticas, pues la  negativa gubernamental de apoyar en presupuesto de 125 mil dólares solicitado por  el Comité Olímpico Cubano (COC) obligó a reducir hasta la cifra de 29 atletas  la nómina, o sea, mucho menos de los asistentes a la capital inglesa. 
   
    Rafael Fortún no consiguió pasar de las semifinales en los  100 y 200 metros  planos; algo similar ocurrió en el relevo 4 x 100 junto a sus compañeros Ángel  García, Raúl Mazorra y Evaristo Planas. Por otra parte, los de Cardenas  concluyeron en la cuarta posición en la regata Star. En el baloncesto, la  actuación resultó decepcionante, ya que apenas alcanzaron un triunfo frente a  Bélgica (71 x 63) y perdieron los restantes cinco encuentros celebrados.  Tampoco en el resto de las disciplinas disputadas (esgrima, gimnástica,  levantamiento de pesas, natación y tiro deportivo) consiguieron hacerse  justicia. 
   
  
  
    
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  Largo paseo hasta  Melbourne (1956)
   
   
    Resulta significativo el hecho de que, a pesar de la  notable distancia entre La   Habana y la sede, el Comité Olímpico Cubano logrará formar  una delegación compuesta por 16 atletas (15 hombres y una mujer, la velocista  Bertha Díaz), quienes compitieron en atletismo, gimnástica, natación, remo y  yatismo. 
   
    Una vez más los cubanos regresaron a casa con las manos  vacías y ninguno de los participantes en las pruebas individuales llegaron siquiera  a semifinales y no podía esperarse más, porque en el plano nacional la falta de  atención a las disciplinas deportivas amateur provocó que los fanáticos  brindaran sus preferencias en los graderíos al béisbol y al boxeo profesional. 
   
    Mientras la mayor parte de las restantes disciplinas  quedaron relegadas a un segundo orden en lo referente a preferencia pública y  solo eran practicadas en clubes exclusivistas o en la Universidad de La Habana, tales resultaron  los casos del baloncesto, la natación, la esgrima, el tenis de campo y el tiro,  entre otras.  
  
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