La Habana, Cuba.- La pléyade de jóvenes que siguieron a Fidel Castro para atacar el Cuartel Moncada en la ciudad de Santiago de Cuba, estaban convencidos de su estirpe martiana al decidir marchar hacia el lugar donde descansan sus restos para rendirles emocionado homenaje, como bandera inapagable de combate por el futuro. Pero quienes representaron a la dictadura que ensangrentaba el país sin pensar en la profundidad del gesto solo preguntaban en medio del juicio por los sucesos ¿quién era el autor intelectual?
Las hienas acorraladas buscaban un culpable de las acciones que jóvenes martianos rindieron en memorable holocausto. Se trataba de perseguir a otros segmentos politiqueros de la época como posibles promotores del heroico encuentro con la historia para salvarle el futuro. Pero la limpieza de la Generación del Centenario estaba en su total desvinculación con aquellos estamentos politiqueros, ellos marcharon a la lucha con total identificación con las ideas de lograr un mundo nuevo de justicia social que había sido aplazado.
La autodefensa pronunciada por Fidel Castro, en el pequeño espacio de la Escuela de Enfermeras de Santiago de Cuba, fue clara y contundente al asegurar “Traigo en la mente las ideas del Maestro”, cuyos materiales no le dejaron consultar en su celda. En otros fragmentos de la intervención el joven líder describió la nefasta situación de un país que había dado la espalda al pensamiento político más alto del siglo XIX latinoamericano.
Fidel también ratificó que era imposible dejar morir a José Martí en el año del centenario de su natalicio, por eso ellos estaban allí para demostrarle que él vivía en esa nueva hornada de combatientes fieles ante su memoria y decididos a continuar la batalla que no llegó a coronar la verdadera independencia de la patria.
Y abrió un paréntesis histórico al convertir aquel revés militar en victoria política que cimentó las futuras acciones. Ellas aparecieron en el texto del alegato bajo el título exacto y preciso de La Historia me Absolverá.
La histórica intervención de Fidel Castro se convirtió en el programa de la revolución que debía triunfar. Ella contenía la descripción de los males que existían en el país al definirlos como llamas a desaparecer en el sagrado deber de la justicia social y la igualdad de todos los cubanos, la educación, la salud pública, el problema del desempleo, la agricultura, la vivienda, la entrega de las riquezas del país a extrañas fuerzas exteriores. El dramático cuadro planteaba tareas gigantescas que sólo con un cambio de gobierno se alcanzarían a partir de la ética y la moral de los verdaderos descendientes de José Martí, para instaurar su ideal de la república con todos y por el bien de todos.