Juegos Olímpicos París 2024

Viviendo la resaca

Se acabaron las Olimpiadas y se terminó el viaje. “Repercusión” es un término muy utilizado en nuestra prensa cuando se quiere resaltar una y otra vez lo que merece ser amplificado, divulgado, reconocido. Y siento los deseos de “repercutir” mis areceres.

Viviendo ahora «la resaca» de las Olimpiadas, quiero resaltar (más allá de las hazañas deportivas que tuvo), el excelente trabajo desempeñado por nuestro personal periodístico y de transmisiones, tanto de radio como de televisión porque ellos de manera anónima lo dieron todo con tal de alejarnos por unos días del azote de las carencias. Al menos en imágenes, ellos nos llevaron al París del Moulin Rouge del atrevido Can Can, hemos vimos por dentro los fantásticos túneles donde Víctor Hugo escondió a sus Miserables, entramos sin pagar y sin ser turistas al Museo del Louvre para ver la seriedad-sonrisa de la Gioconda a través del cristal violentado, nos recreamos en los Campos Elíseos… y desde los aires, vimos cúpulas en magistral regodeo por la luz del Renacimiento; inevitablemente nos sobrevino el embeleso con otras magnánimas maravillas de la arquitectura que fueron el trasfondo de Moliére, de Maupassant… de Renoir, Edgar Degas, Jacques Brel, Chevalier, Jean Marais, Belmondo, Delon… aquellas calles adoquinadas con el brillo de la pertinaz llovizna atardecida que cayó sobre los pasos de Balzac… la infortunada María Antonieta en los cotilleos de los inmensos palacios vistos desde el cielo… ¡Oh!, ¡los perfumes de París! Y para completar el goce mediático; ¡la Torre Eiffel!, tocada por las letras de José Martí, adornada con los besos del mundo y los suspiros de la pareja imposible del Cherburgo de Legrand. Ese París de Aznavour, Edith Piaff, Montand y quizás de Carlos Gardel que para muchos huele más a Chanel que al mate de la niebla y la gomina.

Reitero mi mirada con oro para nuestros profesionales de la Radio y la TV porque con certeza le corrieron las horas delante de consolas, micrófonos y computadoras para que todo les quedara bien, seguramente privándose de ir a satisfacer alguna necesidad material para sus familias cumpliendo así con la necesaria manía que le imponen “a los cubanos que viajan desde la Isla” estos abominables tiempos de carencias de casi lágrimas y las sombras.

Guiado por mi gusto y sentido de respeto, mis agradecimientos para los narradores y comentaristas de nuestra televisión: a Reiner González por su estilo narrativo entretenido, cubano, culto y documentado; también para Evián Guerra por lo bien que le quedó su decir, especialmente por la dosis altamente emotiva que le imprimió a los puños de Erislandy y al combate final de Mijaín, El Cíclope Cubano… mis reverencias también para Camilo Pérez Pérez, Sergio Ortega y Rodolfo García.

Punto y aparte para mis compañeros de Radio Rebelde: los narradores y comentaristas Luisito Izquierdo, Guillermo Hidalgo-Gato, Dulier Reyes, Youri Santana, Maikel Martín y Oscar Castañeda; mis cariños y respetos para mis hermanos de la técnica: Eduardo «El Yeyo» Rodríguez y Gonzalo Limonta, ellos dos, espléndidos profesionales con los que he tenido el placer de compartir innumerables transmisiones a lo largo de mi vida profesional en la radio. A todos estos hombres de imagen y sonido y a los que apoyaron y orientaron, gracias por la entrega, gracias por ayudarnos a soñar.

“We’ll always have Paris”. Así le dijo Rick Blaine a su amada Ilsa Lund en el clásico Casablanca de Michael Curtis en 1942. “We’ll always have Paris”. Así quiero decirle yo a nuestros profesionales de la radio y la televisión por la Olimpiada 2024 que nos regalaron. Cuba les agradece.

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