Valentía y ternura, para rehabilitar la esperanza

Valentía y ternura, para rehabilitar la esperanza

Al joven Adriel Sánchez Romero le asustan las cámaras, los micrófonos y las grabadoras. Por suerte, Adriel no se dedica al periodismo, sino a la rehabilitación, y no retrocede, sino que actúa con soltura ante cada paciente que llega a sus manos, en el Centro de Diagnóstico Integral “Jacinto Convit”, de Carayaca, en el estado venezolano de La Guaira.

Pero, no se confunda, al rehabilitador tunero le sobra valentía. Así, enfrentó con éxito esta conversación, grabadora de por medio, y los retos de su primera misión internacionalista.

«Llegué a Venezuela en el año 2020 y fui ubicado en el estado Táchira, en el CDI fronterizo de La Fría. Ahí estuve por 14 meses, hasta que se me trasladó a La Guaira, donde desde hace algún tiempo rehabilito pacientes de Carayaca, la parroquia más grande de América Latina».

Primero en la frontera con Colombia y ahora, en las montañas del norte guaireño, Venezuela le ha regalado a Adriel varios pacientes que se han hecho familia. Sin embargo, solo uno encabeza la lista.

«Norilda… que llegó a la Sala en silla de ruedas y, con mucho esfuerzo, ha logrado caminar y volver a hacer sus tareas en el hogar. Es muy cariñosa y se muestra muy agradecida con el trabajo nuestro».

No hay miedos, sino determinación en las milagrosas manos de Adriel y de los cientos de rehabilitadores de la Misión Médica Cubana en Venezuela. También ternura y un compromiso irrenunciable hacia la salud de sus pacientes. Por eso, agradecimiento y orgullo se multiplican a partes iguales.

«Nuestros pacientes sienten mucha gratitud. Llegan con diversas patologías, a veces sin caminar, sin poder hablar… y salen totalmente recuperados. Hay muchas muestras de agradecimiento y, para nosotros, queda la satisfacción de haber aportado a que ese paciente vuelva a su casa, curado. Es una experiencia muy bonita, hacer algo todos los días en beneficio de los que te necesitan».

Adriel Sánchez Romero rehabilita pacientes en Carayaca, a casi 900 metros sobre el nivel del mar, como antes lo hizo en la compleja zona fronteriza de Táchira. Porque a eso se dedica: a sobreponerse a los miedos y a salvar sonrisas.

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