Los contextos actuales que vive el país y los significativos cambios en el orden demográfico de los últimos años demandan una mirada diferente al tema del empleo, algo reiterado por el Primer Ministro, Manuel Marrero Cruz durante el reciente balance anual del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social.
Oficialmente, según datos estadísticos, laboran en los sectores estatal y no estatal un estimado de 4 millones 653 mil 600 personas en Cuba, menos del cincuenta por ciento del total de la población cubana, por supuesto hablamos del sector laboralmente activo.
Sin embargo, no se puede subestimar que los procesos migratorios, la baja tasa de natalidad de los últimos tiempos, entre otros factores, tendrán su impacto a mediano y largos plazos como parte de esa masa crítica de personas que deberán aportar a la sociedad en la creación de bienes y servicios, tan necesarios para atenuar los altos índices de inflación vigentes y los precios.
Pero el llamado del Primer Ministro cubano ha estado enfocado también hacia una mirada cualitativa: realizar análisis territoriales para identificar no solo necesidades sino también la posibilidad de crear nuevos empleos de calidad, desde todo aquello que logre producciones nacionales con un alto estándar y que, incluso, sea capaz de competir fuera de fronteras, además de dar respuesta a necesidades internas de la población.
Indiscutiblemente, y a pesar de las enseñanzas dejadas durante la Covid-19 en el trabajo a distancia y el teletrabajo, existe aún resistencia por algunas administraciones a aplicar estas modalidades, so pena de que el trabajador reúna todos los requisitos para ejercerlas.
Continúa el falso concepto de la obligada presencialidad, cuando esta última genera más gastos y no siempre en su aplicación se alcanzan altos niveles de eficiencia comparados con las prácticas antes mencionadas.
Por otro parte, es cierto que tampoco en determinados centros de trabajo se reconoce la potencialidad y aporte de los estudiantes que cursan carreras universitarias, y no se apela a esa fuerza en formación que para muchos resulta decisiva, y compensa las significativas plantillas incompletas.
Otra arista cuando se evalúa el tema del empleo en el país, está enfocada en las unidades presupuestadas aún con plantillas infladas, que no tienen definido los contenidos de trabajo por cada plaza ocupada, factor que lastra el trabajo, desmotiva, y no en pocas ocasiones caotiza dinámicas organizativas internas porque hay personas “flotando”, y ganando un salario además sin respaldo productivo alguno.
Otro elemento significativo cuando se habla de la creación de nuevos empleos, está el índice de personas que no están empleadas, aún cuando el país necesita de esa fuerza de trabajo en sectores estratégicos como la producción de alimentos, por ejemplo. Estadísticas reveladas durante el Balance anual del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social hablan de 172 069 personas sin vínculo laboral.
Queda un largo camino por recorrer todavía, sin mencionar la necesidad de seguir revitalizando la labor de los trabajadores sociales, los médicos del alma como los llamara Fidel, porque esos son los que se enfrentan cara a cara, diagnostican, y pueden reorientar desde la comunidad a personas para asumir un empleo.
Trabajar, producir, son dos variables que tendrán que acompañarse necesariamente de altos niveles de empleo, necesarios, de calidad, para hacerlo bien, en una nación que necesita avanzar en su propia soberanía en varios sectores, para importar menos y exportar más. Eso necesita de mucho trabajo.