El joven palestino Motee Ayman es uno de los tantos estudiantes de ese país que han encontrado en Cuba la paz, el apoyo y sobre todo, la realización profesional que desgraciadamente no existe en su país, tras décadas de injerencia israelí.
Motee Ayman llegó a Cuba en 2019 a cumplir un sueño. Estudiar medicina para ayudar a los suyos había sido siempre el deseo del niño palestino de Rafah que, como tantos otros de su generación, creció bajo las balas y la opresión del sionismo israelí.
«Vine a esta isla maravillosa gracias al programa de becas del gobierno cubano, que siempre ha tenido muy presente a mi pueblo y su justa causa soberana de independencia», cuenta el estudiante de quinto año de Ciencias Médicas, quien ha encontrado en La Habana la paz que lamentablemente su tierra no conoce hace más de 75 años.
Precisamente durante este tiempo vivido en la mayor de las Antillas, Motee, junto a sus coterráneos, han recibido el abrazo caluroso de nuestra gente, se han contagiado de la jocosa alegría propia del cubano y han sabido mezclar sus costumbres árabes con la idiosincrasia del Caribe, sin perder su esencia.
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Pero también, al decir del joven, «el presidente Díaz-Canel se ha reunido varias veces con nosotros, intercambiamos con él en el Palacio de la Revolución y en todos los escenarios ha alzado su voz en defensa de nuestra causa, porque Cuba siempre ha estado junto a Palestina y eso significa mucho para nosotros», sentenció.
Motee está aquí, y se sabe seguro al caminar las calles y plazas de nuestra capital, al ir a clases o al hospital a atender a sus pacientes, sin embargo, el pecho oprimido por los suyos es su constante y la incertidumbre nunca abandona sus pasos.
Luego de la entrada en vigor del alto al fuego entre el movimiento de resistencia palestina Hamás, de la Franja de Gaza y el gabinete del primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, el pasado 13 de enero, su familia regresó a donde antes estuvo su casa en la ciudad de Rafah, reducida ahora a escombros y cenizas, tras 15 meses de sangrienta lucha contra el invasor sionista y más de 48 mil hermanos asesinados.
Como tantos otros palestinos que han podido regresar, su gente intenta levantarse en medio de la destrucción y la tristeza traída otra vez por el odio opresor a ese pedazo de suelo que continúan intentando expropiar a sus legítimos habitantes, en nombre de una «tierra prometida» para algunos, y en favor de intereses extranjeros impulsados por el dinero y el poder.
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Durante los meses de guerra, la familia de Motee sobrevivió en un campo de refugiados en la ciudad de Deir-al-Balah, ubicada en el centro de la Franja de Gaza, marcados por las carencias, el hambre, el hacinamiento y el miedo a un posible ataque enemigo.
«Para mí resulta muy fuerte ver las noticias sobre mi país, cuando muchas veces paso días o semanas sin poder saber de los míos, y ahora con las últimas declaraciones del presidente Donald Trump, de querer sacar al pueblo palestino e instalarlo en otra nación, es una atrocidad más del imperialismo», declara Motee.
«Pero nosotros somos un pueblo resistente, que defiende su identidad por encima de todo, un pueblo que ama la paz, a la vida y a la Patria, por eso, nunca vamos a dejar que un fascista como Trump intente silenciarnos», concluyó.
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