Por: Aroldo García Fombellida.
Tristeza, sí, pero no abatimiento, aún el dolor perceptible. La razón es palpable y visible. Los pobladores de este pedazo de Cuba, en el extremo oriental de la nación, no están solos ni abandonados al sufrimiento que dejó aquí, hace nueve días exactos, la furia de la naturaleza. Es un acompañamiento que se comprueba en el interminable arribo de envíos, que llegan desde todos los rincones de Cuba, desde donde no hay mucho.
Bien sabemos de nuestra situación, de carencias y estrecheces, porque al odio, y a la soberbia imperial, le da lo mismo, les alegra este dolor, y estas heridas, y hasta aprovechan momentos como este, para arreciar el bloqueo. Ese criminal bloqueo que sufrimos, desde hace más de seis décadas, y ahora vuelve a denunciarse en el seno de la Organización de Naciones Unidas.
Y aunque es muy difícil borrar de un tirón, las imágenes de aquellas horas amargas, de hace apenas nueve días, los humildes pobladores de San Antonio del Sur, hoy sobreponen su agradecimiento, y sus convicciones, junto al noble apego de sus razones de existencia, tal como subraya Zenaido Rojas Roldán, un cubano, nacido aquí mismo, y toda una vida dedicada al sector del transporte.
La casita, que él mismo levantó, después del Huracán Matews, en el 2016, ahora resistió los embates de las aguas y del lodo, que en apenas un rato, sepultaron casi todo, más la fuerza del río Sabana la Mar, con una crecida impresionante. Pero todo lo demás de su casita, quien sabe hasta dónde iría a parar.
Ahora, su familia, esposa, hijos y nietos, permanecen seguros, en un centro de evacuación, mientras Zenaido ya está listo para emprender nuevos combates por la vida, agradecido del apoyo, y el acompañamiento pleno, que él, y miles más, reciben, en este momento difícil.
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