El curso de la historia en los medios de comunicación y entretenimiento en la Cuba de hace muchos años, nos indica que, a partir del desarrollo de la radio y el cine, la afluencia de las personas al teatro comenzó a decaer.
Las causas de esta decadencia, fueron, en primer lugar, el cine, que impulsado sobre todo por la creciente influencia norteamericana en Cuba, fue desbancando la prominencia que hasta poco más allá de los años 20 tuvo el teatro entre los cubanos.
El cine se presentó como un competidor al que se podía acceder con un precio más bajo, además de ser un espectáculo novedoso tecnológicamente hablando.
Cuando se abrieron las primeras salas de cine en los barrios a precios muy asequibles, era mucho más práctico ir a ver una película cerca del lugar de residencia que trasladarse al centro de La Habana para asistir a un teatro.
Otro detalle a tener en cuenta es que al cine se podía ir vestido de forma más sencilla que si se iba a un teatro, es decir, no era necesario ir tan bien vestido.
El cine era mucho más cómodo y barato. El teatro, en cambio, para contrarrestar esa tendencia, estaba obligado a tener un repertorio ágil, de presentaciones dinámicas con cambios que lo salvaran del anquilosamiento.
La crisis económica de la segunda mitad de los años 20 también limitó las posibilidades del resurgimiento de nuestro teatro.
Pero lo que faltó no fueron ideas ni inquietudes; faltó el dinero para aplicarlas.
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