El día 30 de septiembre de 1932, la tiple mulata Caridad Suárez debutó entonces en el Martí para hacer una verdadera creación de Cecilia Valdés, tanto por sus extensas facultades de voz como por su tipo físico. Eso lo cuenta Oscar Luis López en su libro La Radio en Cuba.
Lamentablemente Caridad Suárez, la nueva Cecilia Valdés de Gonzalo Roig, adolecía de los más elementales recursos dramáticos.
Lo mismo le sucedía a la bella mulata Hortensia Coalla, que se presentó ocasionalmente en esa temporada de 1932 y malogró su carrera dramática por no estudiar un poco más el arte teatral.
Poseedora de una voz y figura magníficas, no aprendió nunca a moverse en la escena para actuar mejor.
Este defecto era habitual en todas las figuras líricas de la temporada teatral en el Martí; todas ellas dejaron mucho que desear en la actuación dramática.
El ciclo de las llamadas «mulatas musicales» lo completó el maestro Rodrigo Prats, cuando compuso, sobre libreto de Sánchez de Arcilla, su María Belén Chacón, que estrenó Rita Montaner, convertida ya en protagonista.
Una vez más se revelaba la necesidad de lo afro-musical para vencer los prejuicios raciales, pero en la temática y en el diálogo, continuaba notándose una debilidad en los nuevos artistas, que se mantenía dominante en las representaciones del “gallego” y el “negrito” como los personajes en los cuales se apoyaba el desarrollo hablado de las zarzuelas criollas, con las variantes personales que cada intérprete les daba a esos tipos populares.
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