Los relojes marcaban las dos de la mañana; desde la pista en sombras, tres aviones levantaron el vuelo, y Eulogio Cantillo, un general de pocas ideas, quedaba inesperadamente al frente de una nación en crisis.
La Ciudad Militar de Columbia es el último reducto de una tiranía derrotada. En aquellas horas dramáticas hay tres civiles expectantes en el salón de la prensa; cada uno representa las letras de una radioemisora: Abel Mestre, CMQ; Manolo Fernández, CMBC; Guillermo Salas, CMBZ. Nadie en Cuba ha tenido noticias de los últimos acontecimientos: ni los propios ministros del Gobierno.
Un pacto de silencio ha cubierto la fuga de Batista. Las ondas de Radio Rebelde han comunicado al pueblo la toma de Santa Clara; un tren blindado enviado por Batista había caído en manos de las fuerzas de Camilo Cienfuegos y del Che.
El pueblo duerme, y las antenas están apagadas. Hay una fuerte tensión dramática en aquella madrugada histórica. Es el 1ro de enero de 1959.
Abel Mestre (el hermano del magnate Goar), está en Columbia en aquella noche de fin de año con un doble carácter: es el director del Noticiero CMQ y al mismo tiempo, representa a la Federación de Radioemisores de Cuba.
Cuando plantea la necesidad de obtener informes sobre la situación, amenazando con dar por CMQ una versión personal de los acontecimientos, el General Eulogio Cantillo accede le concede una entrevista a Guillermo Gener, reportero del periódico Prensa Libre.
Cantillo pide calma: no deben divulgarse noticias hasta que se integre una llamada «fórmula jurídica» y exista una Junta de Gobierno capaz de garantizar el orden.
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