Cuenta el investigador de la radio Oscar Luis López que el gobierno interventor norteamericano dictó en 1900 un Bando que prohibía absolutamente «el uso de tambores de origen africano en toda clase de reuniones públicas o privadas».
Es la penetración cultural norteamericana la que comienza a dividir la sociedad cubana a partir de la ruptura de la unión de negros y blancos que se forjó en las luchas por la independencia.
Se ataca por donde se presiente que es más fuerte la fusión cubana a partir de la fusión con la música de la cultura africana.
La lucha que se desarrolla como consecuencia se muestra en los hechos de forma apasionante. Como la interacción de las culturas no puede ser regulada por decretos, todo el teatro lírico republicano se impregna del tema afrocubano.
Es conocida la tendencia española de centralizar el argumento teatral en personajes femeninos: España, por ejemplo, tiene un teatro de actrices. El teatro cubano, en cambio, se convierte en un teatro de mulatas.
Son los casos de María la O, Cecilia Valdés, Rosa la China, Amalia Batista y María Belén Chacón, entre otras representaciones teatrales.
Esas partituras exigen condiciones de voz y experiencia teatrales, estudios musicales y otros factores de educación artística que no estaban en los primeros tiempos al alcance de las capas más humildes de la sociedad cubana de inicios del siglo XX.
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