En la interesante aproximación que el investigador Oscar Luis López hace al desarrollo teatral en nuestro país (gracias a su libro La Radio en Cuba), él nos dice que las primeras cantantes que hicieron papeles de mulata fueron Elvira Meireles, Blanca Vázquez y Pilar Jiménez, todas ellas reunían belleza, voz y experiencia escénica.
Más tarde, el teatro Alhambra impuso a la mexicana Luz Gil, que tenía más de india que de mulata, y a la recordada Blanquita Becerra.
Ellas fueron dos figuras que transitaron en su juventud por el Alhambra y alcanzaron la radio como actrices de carácter.
En 1927 se acrecentó el clima revolucionario: las prédicas de Mella y del Directorio Estudiantil orientaron el pensamiento nacional por nuevos rumbos.
No es casual, por tanto, que sea en 1927 cuando se rompe la barrera tradicionalista con un nuevo hecho teatral: Eliseo Grenet, y Ernesto Lecuona marcaran un nuevo ciclo en el teatro Regina, cuyas puertas se abieron para estrenar Niña Rita.
Fue entonces cuando una jovencita de lindo rostro hizo su debut para así conquistar al público con su genial creación del negrito calesero.
Y esto constituye un hecho curioso porque hasta ese momento, ninguna puesta en escena había colocado ante los espectadores a un artista negro en el papel del calesero, pero con la entrada al mundo de los telones y las tablas de Rita Montaner, La Única, se da el primer paso positivo al concederle un papel protagónico a una joven parda.
Y es así que se puede decir que aquel lejano 1ro. de octubre de 1927, el arte cubano dio una respuesta histórica al Bando Intervencionista norteamericano de 1900, con el estreno de la zarzuela Niña Rita.
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