En su abarcador libro La Radio en Cuba, su autor Oscar Luis López, plantea que posiblemente el empresario Gaspar Pumarejo fue uno de los primeros hombres que explotó las facultades literarias de muchos jóvenes con condiciones, y grandes deseos de incorporarse a la radio.
A principios de los años 30 del siglo 20 Gaspar Pumarejo inauguró su periódico del aire, titulado Aló Aló y el periódico La Palabra.
El formato del periódico La Palabra era más o menos igual a todos los que por esa época salían al aire, excepto La voz del Aire: consistía en lectura de noticias, las que a su vez se comentaban, y, como era de esperar, varios días a la semana se leía un editorial en la voz de su director, Gaspar Pumarejo.
A los efectos del oyente, todo cuanto se comentaba se debía a la idea de Pumarejo, sin embargo, los textos y editoriales eran escritos por Gaspar Arias, nombre que jamás salió al aire, pero que se daba por bien pagado mediante unos vales que le entregaba Pumarejo, para que los cambiara por algún artículo de vestir en los establecimientos que Pumarejo tenía como anunciante y que eran los que sufragaban los gastos de la hora.
Años después, en los 40, este hecho se repitió con un renombrado autor.
Por aquella época, un escritor llamado José Sánchez Arcilla inicia en la emisora CMQ, de Monte y Prado, una adaptación libre de Las aventuras de Casanova, espectáculo que durante un año fue escrito por Gaspar Arias, mediante el pago de ciento veinte pesos mensuales, mientras que Sánchez Arcilla, amigo personal del dictador dominicano, Rafael Leónidas Trujillo, en contubernio con los gobiernos de turno, cobraba cientos de pesos que le servían para viajar y frecuentar afamados restaurantes y cabarets, hasta que terminó la novela que no escribía, y sin que dejara un solo día de decirse su nombre, además de los comentarios favorables que le hacían las revistas y secciones radiales de los periódicos de la época.
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