Este 3 de junio cumple 93 años el más “chiquito”: el menor de los hijos varones de Ángel y Lina. El hermano leal. El guerrillero incansable. El patriota que ha vivido para la Revolución. Ciertamente, no existe momento en la historia de Cuba, desde los años 50 del siglo XX hasta hoy, en que no haya estado presente el pensamiento y la acción de Raúl Castro Ruz.
Durante todas estas décadas -alejado de loas y celebraciones- nos enseñó que el mejor regalo de cumpleaños es construir el país. Su coraje, fidelidad y modestia son inspiración para su pueblo, que este día lo felicita de mil maneras, porque lo sabe suyo.
Raúl estuvo en las mismas escuelas que su hermano Fidel; con irrenunciable fe, lo siguió hasta La Habana; fue con él al Moncada; viajó a México; desembarcó en el Granma; lo reencontró en Cinco Palmas; luchó en la Sierra; lo acompañó en todas las conquistas y las adversidades de esta Revolución que forjaron; y apretó en su pecho la urna donde descansan sus cenizas. Desde ese momento de tristeza nacional, Raúl no ha dejado de trabajar por las mismas ideas que el Gigante nos legó.
Por esa lealtad a toda prueba, cuando el Comandante en Jefe vio quebrantada su salud, delegó en él todos sus cargos al frente de Cuba, con la certeza de aquella frase profética de Lina Ruz, pronunciada muchos años atrás en Birán: «Ese sí que nunca traicionará a su hermano».
Ante el mundo, es el General de Ejército con una apariencia militar de mucho rigor que impresiona; para su pueblo, es simplemente Raúl, uno de los cubanos que más defiende el concepto de Patria, o lo que es lo mismo, de familia.
Ya lo dijo una vez su hija Mariela, estremeciendo desde el escaño de diputada a todo un país: «Me enseñó que se puede amar a la Revolución sin abandonar a la familia, y amar a la familia sin abandonar a la Revolución».
Raúl es un hombre extraordinariamente humanista, con una profunda sensibilidad ante los problemas de los demás. Cuando el 19 de abril de 2018 concluyó sus responsabilidades como Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, ratificó el incuestionable principio de la continuidad de la Revolución cubana, «la obra más hermosa que hemos hecho», como nos dijo en aquella jornada memorable.
Y cuando se trata de defender con pasión nuestra historia, a Raúl no hay quien le gane. Con ese espíritu, todavía hoy, nos sigue guiando en la conducción de esta obra gigantesca; sigue estando pendiente de todos los proyectos económicos, sociales y políticos del país.
Raúl es incansable, exigente y optimista, es un revolucionario verdadero. Nos enseñó en el momento más difícil que «sí se puede»; una convicción profunda que nos acompaña cada día, en la no menos situación compleja que vive Cuba.
El más «chiquito» cumple 93 años. Su lealtad también nos trajo hasta aquí. Su ejemplo permanente es parte esencial de la historia de dignidad, resistencia y coraje de la Revolución cubana.
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