Antes de llamarse Karl Marx, el Teatro Blanquita─ que abrió las puertas al público el 30 de diciembre de 1949─ fue en el momento de su fundación “el más grande del mundo”, mandado a construir por el entonces senador de la República Alfredo Hornedo Suárez.
Cerró sus puertas por primera vez en 1955 porque su mantenimiento era insostenible; se convirtió en Teatro Charles Chaplin luego del Triunfo de la Revolución; y el 17 de diciembre de 1975, en el marco del Primer Congreso del Partido, pasó a llamarse Teatro Karl Marx.
La instalación cultural se ha sometido a mantenimientos con el paso de los años porque su situación geográfica próxima al mar la deteriora con más agresividad. La reparación capital que concluyó en el 2002 fue la de mayor envergadura.
Desde la reinauguración hasta principios del 2020 su sala acogió más de 100 funciones y alrededor de 300 mil personas cada año. “El teatro de los grandes acontecimientos de Cuba” se convirtió en un símbolo, y cuando un símbolo perece, o en este caso, no cumple con su objeto social, el interés se multiplica. ¿Qué ha pasado con el Karl Marx? ha sido una pregunta que por estos días ha suscitado debate.
Con la llegada de la covid-19 a Cuba se suspendieron las actividades culturales que implicaban aglomeración de personas y, por consiguiente, el Teatro Karl Marx cerró sus puertas. En esos momentos estaban disponibles 4535 butacas, explicó a Cubadebate Maritza Montes de Oca Deulofeo, directora general de la instalación.
Después, a finales de 2020, intentaron abrir nuevamente el teatro. “Teníamos alrededor de 900 butacas que no se podían utilizar, llenas de comején, y como en el aislamiento había que dejar un asiento por el medio, el público no lo notó. Estudiamos esos insectos porque la oscuridad, la tranquilidad y la temperatura favorecen su desarrollo. Colocamos las butacas de manera que pudiéramos vender la mayor cantidad de entradas posibles”.
Si bien la idea inicial era hacer la sustitución de las lunetas por partes, primero la platea baja y luego la alta, tras una inspección de especialistas en el área, se determinó que antes de fumigar la plaga había que eliminar todo los muebles que estuvieran contaminados. “Teníamos butacas aparentemente bien, pero estaban repletas de comején”.
Además, el Grupo Empresarial Palco, al que pertenece el Karl Marx, tiene otras instalaciones que por su nivel de uso requieren de un proceso constructivo a partir de un presupuesto finito que también se subordina a la crisis económica que atraviesa el país.
Desde el 2018 estaba planteada una reparación capital, refirió la directiva. “Las inversiones en el teatro son extremadamente voluminosas y caras. Sustituir el telón de boca en el 2018 costó 44 mil euros y una de las varas de tramoya 72 mil euros. Cuando la dirección del país vio las condiciones en las que estaba el Karl Marx decidió cerrarlo temporalmente ya que en un teatro como este no es funcional comercializar solamente la platea baja porque se gasta demasiado recursos cuando se enciende toda la instalación”.
Las butacas se compraron en partes y piezas en Italia, por un monto de 1 200 000 euros, para que fueran ensambladas por Dujo. “En el 2019 se empezó el proceso de negociación, extremadamente engorroso y retardado en el tiempo. Cuando prácticamente teníamos la compra aprobada se atrasó su arribo al país por los problemas con las navieras que casi detuvieron sus operaciones”.
¿En qué se está trabajando actualmente?
Las reparaciones empezaron por las butacas, pero aprovecharon el cierre temporal para ejecutar otros mantenimientos que incluyen 22 acciones constructivas.
“En el 2016 demolimos las cabinas de trasmisión simultánea y colocamos un parabán negro para continuar con las funciones. En el otro lateral estaban las de taquimetría. Son estructuras que se integraron al teatro posterior al proceso de restauración del 2002 y como salían de la pared los techos empezaron a fallar.
“Requieren de componentes que no existen en el país, porque, aunque son de pladur tienen dimensiones muy específicas para aguantar el peso. En el espacio que ocupaban ambas cabinas se colocarán nuevas butacas”, dijo Montes de Oca Deulofeo.
También se están adaptando las bombas del sistema de climatización que se compraron hace cuatro años porque las originales, con más de 20 años de explotación, tienen otra estructura de montaje.
Además, durante este cierre se repararon los camerinos, los baños de la platea baja y se trabaja en los embellecedores, estructuras de madera que están suspendidas en el aire y que tenían comején. Se sustituyeron las bombas del sistema contra incendio y se le dio mantenimiento al grupo electrógeno.
Excepto la sustitución de las butacas y las bombas del sistema de climatización, el resto de las acciones se han tenido que acometer por mantenimientos, que se paga contra los ingresos reales. “Cómo tenemos el teatro cerrado, mantenemos la cafetería abierta y el dinero que se recauda se destina a pagar las remodelaciones”.
No obstante, está en espera de la aprobación la inversión capital en el Karl Marx, que incluye desde interiorismo hasta la tecnología. “Ese plan requiere un diagnóstico que tiene que ver con el mejoramiento de las condiciones constructivas, la adaptación de esas condiciones al diseño que se proponga y luego la compra de los materiales y posterior instalación. Es un proceso largo y engorroso en el que intervienen todas las esferas”.
Por lado, según la directiva del teatro, se planifica un cambio en el sistema eléctrico para maximizar la eficiencia porque actualmente la instalación trabaja con más de mil lámparas.
“Todas las acciones se ha hecho paralelas al montaje de las butacas no han estado ajenas a la situación del país: crisis energética, el combustible, el cemento.
Hay que hacer las cosas por pasos, aseguró, por ejemplo, antes de empezar con el segundo balcón se debe concluir con los embellecedores.
“Según el plan se terminará el montaje de las butacas en agosto, pero eso no implica que se va a abrir automáticamente porque hay que empezar a señalizar esas butacas, contabilizarlas, elaborar los talonarios. No podemos saber con qué capacidad va a terminar el teatro desde ahora porque las nuevas lunetas no tienen la misma dimensión que las anteriores”.
Asimismo, se necesita hacer un estudio sobre la oscilación de los palcos y los balcones por los cambios en el peso de las butacas, y solo se puede hacer una vez este montada el área.
En el último trimestre del año pretenden realizar algunas funciones, aunque, cuando se apruebe el proceso de inversión capital, se cerrará nuevamente en determinado momento para acometer acciones puntuales.
Los trabajadores del Karl Marx, y todos los que intervienen en el proceso constructivo, están conscientes de que lo importante no es hacerlo con premura, sino con calidad, porque más allá de tener un teatro lleno, la premisa es que esa belleza y confort se mantenga en el tiempo.
(Fuente: Cubadebate)