Preservar el planeta Tierra y la vida

El 12 de junio de 1992, las palabras del líder histórico de la Revolución Cubana, Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, estremecían al mundo:«Una importante especie biológica está en riesgo de desaparecer por la rápida y progresiva liquidación de sus condiciones naturales de vida: el hombre».

El escenario era la Conferencia de Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo celebrada en Río de Janeiro, Brasil, y en la que decenas de dignatarios y líderes mundiales se dieron cita, en un esfuerzo por revitalizar decisiones adoptadas veinte años antes en Estocolmo, Suecia.

Fidel denunció la magnitud de la catástrofe que amenazaba la existencia misma de la vida. La solución, afirmó, está en el establecimiento de un orden económico mundial justo y equitativo: «Hágase más racional la vida humana. Aplíquese un orden económico internacional justo. Utilícese toda la ciencia necesaria para un desarrollo sostenido sin contaminación. Páguese la deuda ecológica y no la deuda externa. Desaparezca el hambre y no el hombre».

Sin dudas, el acontecimiento más importante de la cita en Brasil fue la apertura para la firma de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, que pretendía establecer las pautas a seguir en el combate frente a la emergencia medioambiental.

Lamentablemente, treinta y dos años después de la Cumbre de Río, el negativo impacto de las acciones humanas sobre el medio ambiente es cada vez más evidente y devastador.Para los países en desarrollo, el enfrentamiento al cambio climático constituye un gran desafío. Al Sur no se le puede obligar a escoger entre el desarrollo y la acción climática. Ambos factores se encuentran indisolublemente ligados.

Urge que los países desarrollados asuman con rigor el liderazgo que les corresponde, y aumenten su contribución a los niveles que exigen las circunstancias actuales y su responsabilidad histórica, así como que apoyen la acción climática en las naciones del Sur con un espíritu de cooperación y confianza.

En la actualidad, el panorama se sigue mostrando desolador, pues son precisamente los más ricos los encargados de cambiar una situación que se torna cada vez más peligrosa para la existencia de la especie humana.

Ciertamente, hoy son más graves los problemas que entonces se prometieron resolver. Si la Conferencia de Río de Janeiro pareció ser el despertar de una conciencia mundial, lo ocurrido después solo sirve para mostrar hasta qué punto puede llegar el irracional egoísmo del sistema capitalista.

Para preservar el medio ambiente es imprescindible transformar totalmente las relaciones entre los estados y entre los seres humanos. Los poderosos deben comprender que habitan el mismo planeta que sus víctimas. Si los ricos se empeñan en destruirlo, todos sufriremos igual destino.

Ya lo advirtió Fidel Castro en 1992: «Cesen los egoísmos, cesen los hegemonismos, cesen la insensibilidad, la irresponsabilidad y el engaño. Mañana será demasiado tarde para hacer lo que debimos haber hecho hace mucho tiempo».

Detalles en la propuesta rdial.

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