Por Francisco Rodríguez Cruz
Este domingo último la popular serie televisiva Calendario incluyó en su historia juvenil, con plena justificación dramatúrgica y belleza estética, una tierna escena de un beso entre dos muchachas. En distintos grupos y redes sociales en Internet todavía hubo por parte de numerosas personas reacciones de incomprensión y rechazo a lo que resulta una sencilla manifestación de amor.
Hechos como este demuestran la validez de continuar con las Jornadas Cubanas contra la Homofobia y la Transfobia, que desde el año 2008 se realizan en el país durante el mes de mayo, y que acaban de iniciar su edición número 16 desde este miércoles y hasta el próximo 17 de mayo.
El avance conseguido en estos más de 15 años de celebrar tales jornadas, a partir del debate ciudadano, científico y político acerca de la discriminación por orientación sexual e identidad de género, ha tenido manifestaciones en una creciente conciencia ciudadana sobre lo injusto de desconocer, rechazar o apartar a las personas solo por su forma de amar y sentir.
Después de las consultas populares y referendos que nos llevaron a aprobar y ratificar con amplio consenso social la nueva Constitución de 2019 y el Código de las Familias, Cuba se ha colocado en la vanguardia de los países que reconocen y garantizan los mismos derechos para todas las personas y familias.
Para llegar a este punto hubo que trabajar muy duro en la educación de todo nuestro pueblo, instituciones y organizaciones, alrededor de la diversidad sexual. Pero como cualquier cambio cultural profundo, esta evolución requiere de tiempos prolongados que permitan derrumbar prejuicios y estigmas muy arraigados.
En nuestro país hemos conseguido que esa labor educativa se concrete en leyes de avanzada, como las ya mencionadas antes y otras menos citadas pero no menos importantes, para asegurar los derechos de las personas lesbianas, gais, bisexuales, trans e intersexuales.
Ahora nos corresponde sobre la base de esas leyes y otras normas jurídicas que todavía debemos ir aprobando e implementando para cumplir con el mandato constitucional, proseguir con esa tarea titánica de persuadir, convencer y formar a todas las generaciones de cubanas y cubanos en ese respeto y comprensión de tales realidades.
Por ese motivo tiene una gran significación ese trabajo que lidera el Centro Nacional de Educación Sexual, con el apoyo del Partido, el Estado y las organizaciones de la sociedad civil, para cada año llamar la atención sobre cuánto hemos logrado y cuánto nos falta por hacer, en esa batalla permanente contra la homofobia y la transfobia.
No podemos considerar la tarea terminada mientras una sola persona en Cuba tenga que sufrir burlas, acoso o injusticias, por incomprensiones en el seno de su familia, en el ámbito escolar o laboral, en su comunidad o entre su círculo de amistades, solo por su manera de ser hombre o mujer, o por enamorarse de alguien.
En la medida que lo consigamos podremos concentrarnos mejor en rechazar y corregir conductas sociales verdaderamente reprobables, como la violencia, la deshonestidad o la desidia, y no escandalizarnos tanto, sin ninguna justificación ni motivo, por el simple hecho de un beso entre dos muchachas en una popular serie televisiva.