Santiago de Cuba.- Tiene esta oriental ciudad orgullo por una mujer que es símbolo de la madre cubana. Ese derecho nadie puede quitarle a Mariana Grajales Cuello, hija de dominicanos y progenitora de aquellos patriotas inigualables en el valor y la gallardía que fueron Felipe, Fermín, Justo, Manuel, Antonio, José, Tomás, Dominga de la Calzada y Marcos.
¡De rodillas todos, padres e hijos: ante Cristo, que fue el primer liberal que vino al mundo, juramos libertar la patria, o morir por ella!
La propia historia disuelve el mito de que en ella el lugar del amor lo ocupaba la danza guerrera de la diosa Atenea. ¿Quién ha oído decir jamás, por sobre las exageraciones, que entre aquellos hermanos hubo querellas, desobediencias o envidias?
¿Quién puede afirmar que con el peor enemigo rendido a las armas cubanas se cometió un vejamen siquiera en presencia de algún Maceo? ¿Qué oficial de alta jerarquía o simple soldado de filas pudo contar nunca una acción desleal o de abandono a su suerte, por difícil que fueran las circunstancias, en el campo de batalla por parte de los hijos de Mariana Grajales?
Y en esos principios educaba Mariana Grajales, la amantísima y extraordinaria mujer que tenía el valor de vestir con los arreos guerreros del hijo derribado al hijo lozano, aunque el dolor, preso en su pecho, le devorara las entrañas.
“Es la mujer que más ha conmovido mi corazón”, escribió Martí cuando supo de su muerte en Kingston, Jamaica, el 27 de noviembre de 1893.
¿Qué había en esa mujer? Fue la pregunta de José Martí en su crónica La Madre de los Maceo, publicada el 6 de enero de 1894 en el periódico Patria en homenaje a la madre no solo de los Maceo, sino de todos los cubanos.
Se cumplen este 12 de julio 208 años del natalicio de Mariana Grajales, y ante la tumba que guarda sus restos y los bustos que perpetúan su memoria en la heroica Santiago de Cuba, el pueblo de su natal ciudad la recordará como la excelsa mambisa oriental, en la que se recoge la tradición y méritos de lucha de la mujer cubana.