Insólito
inicio de la triunfante Revolución Cubana
Fernando Dávalos
Colaborador de Rebelde
La
Habana, Cuba. -Los sectores populares más radicales,
la gente de vergüenza, los universitarios y las
agrupaciones obreras de Cuba, repudiaron el golpe
de estado del 10 de marzo de 1952 porque traicionaba
a la Constitución de 1940, estableció
la férrea dictadura traidora de Fulgencio Batista
y abría más las puertas a la penetración
del capital estadounidense.
Un
pequeño grupo de jóvenes con Fidel Castro
al frente, ante la inviabilidad de otro camino, comenzó
a preparar una respuesta armada revolucionaria contra
la cruenta dictadura.
Numerosos
de los muchachos incorporados luego a esa lucha participaron
en una impresionante marcha con antorchas hasta las
canteras en las que José
Martí hizo trabajos forzados en tiempos
de la colonia, con lo que de hecho se expresaba los
objetivos de la Revolución de Fidel. Las ulteriores
prácticas de tiro con las pocas armas conseguidas
y las acciones organizativas, y el lugar del ataque,
se mantenían, no obstante, muy secretos y estrictamente
compartimentados.
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Sin
conocer con exactitud qué se iba a llevar a
cabo, los jóvenes revolucionarios fueron acercándose
a la ciudad de Santiago de Cuba, en el Oriente de
la Isla. El punto de concentración fue una
cercana pequeña estancia rural, en la que los
combatientes recibieron sus armas, diversas, escasas
y de poca efectividad, y se dispusieron a abordar
los autos al amanecer del 26 de Julio de 1953, para
atacar el Cuartel Moncada, la segunda fortaleza militar
de la tiranía. Aún entonces se escuchaba
la música de las magras fiestas carnavalescas
de la ciudad, que podrían confundir la insólita
acción.
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Bien
temprano fueron arribando los atacantes, que lograron
alguna sorpresa a las puertas del enclave. También
se atacó a esas horas un hospital cercano y
el cuartel de la dictadura en la ciudad de Bayamo,
pero los todos los hechos en realidad resultaron reveses
militares, a los que de inmediato siguieron los asesinatos
de aquellos jóvenes insurgentes que habían
sido hechos prisioneros. Fidel y unos pocos pudieron
escapar hacia las lomas que circundan Santiago, pero
igualmente fueron apresados. Solo un pundonoroso militar
de las fuerzas del Ejército, el que capturó
al jefe de la fuerza atacante, evitó que Fidel
fuera también asesinado a mansalva.
Este
inusitado asalto al cuartel santiaguero, sin embargo,
resultó una vasta victoria política.
Las denuncias del salvajismo represivo contra los
atacantes revolucionarios y las extraordinarias razones
martianas y civilistas expuestas por Fidel en el juicio
por estos hechos, en los meses siguientes, levantaron
la conciencia de la nación. El histórico
alegato del joven jefe de la Revolución sirvió
de programa político para la guerra popular
que ahora cogía nuevos bríos y que triunfaría
definitivamente poco después, con las guerrillas
comandadas por el propio Fidel Castro Ruz.
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