Reina de las pistas
Jorge Alfonso
Colaborador de Rebelde
22 de Julio de 2008, 5:06 p.m.
Cierta vez, alguien decidió bautizar a esta mulata nacida en Palma Soriano (23 de marzo de 1963), localidad ubicada a unos 40 kilómetros de Santiago de Cuba como La tormenta del Caribe y quien lo hizo no se equivocó, porque durante par de décadas resultó una verdadero tormento para sus rivales en cualquier parte del mundo.
Desde que cursaba estudios primarios en el terruño natal, ya la pequeña Ana Fidelia corría, saltaba y hasta jugaba al béisbol con los niños del barrio y, al parecer lo hacía bastante bien, hasta el punto de llamar la atención del profesor de Educación Física de la escuela, Juan Heredia Salazar, quien un buen día le preguntó: ¿Te gustaría practicar deportes?
La respuesta afirmativa no se hizo esperar y bien dispuesta pasó una prueba de 60 metros planos en una pequeña pista. Aunque ella no recuerda el tiempo, el propio Juan convenció a la madre para inscribirla en el área especial.
Así fueron los primeros pasos y al aprobar el sexto grado de la enseñanza elemental pasó a la Escuela de Iniciación Deportiva (EIDE), en Santiago, a la cual representó en los Juegos Escolares Nacionales del verano de 1977 como participante y ganadora de medallas de plata y oro en 200 y 400 metros planos, respectivamente.
Los resultados sobre la pista fueron de tal envergadura, que ese mismo Año la promovieron a la Escuela de Superior de Perfeccionamiento Atlético (ESPA) nacional y en el verano de 1978, pocas semanas después cumplir 15 años de edad, integró el relevo de 4 x 100, triunfador en los XII Juegos Centroamericanos y del Caribe, con sede en Medellín, Colombia (3:31.34).
La entrada de la santiaguera fue por la puerta grande, ya que intervinieron junto a ella, Ana Guibert, Beatriz Castillo y la experimentada Aurelia Pentón, también doble medallista dorada en las pruebas de 400 y 800 metros planos.
De lleno entre las grandes, volvió a integrar la cuarteta en los VIII Juegos Deportivos Panamericanos, San Juan Puerto Rico (1979), y allí consiguieron la segunda posición (3:36.3), antecedidas por Estados Unidos (3:29.4).
La década comenzada en 1980, a partir de los Juegos Olímpicos de Moscú, significó una nueva etapa en el atletismo mundial por varias razones, entre ellas, las irregularidades derivadas del primer boicot al compromiso en la capital moscovita y las siguientes respuestas a las citas de Los Ángeles, Estados Unidos (1984) y Seúl, Corea del Sur (1988).
Sin embargo, al margen de las consideraciones políticas, las actuaciones de Ana Fidelia en dicho período la ubicaron entre las mejores en los listados mundiales y para muchos especialistas pudo subir más de una vez al podio de premiaciones.
Ciudad de La Habana y Santiago de Cuba (1991) oficiaron como sedes la oncena edición de las fiestas deportivas continentales. En casa propia, La tormenta del Caribe ratificó estelaridad y salió triunfante por partida doble en 400 (49.61) y 800 metros planos (1:58.71), tiempos que aún constituyen primados para la competencia.
“Hasta ese momento, recuerda, todos los planes marchaban a pedir del boca, pero la pérdida física de mi entrenador Blas Beato, un verdadero padre dentro y fuera de los escenarios deportivos, constituyeron un rudo golpe.
En Barcelona, España (1992), llegó la ansiada oportunidad y supo aprovecharla para conseguir medalla bronceada en los 800 (1:56.80), mientras en Atlanta, EUA (1996), logró plata con 1:58. 11, inmediatamente detrás de la rusa Svetlana Masterkova (1:57.73).
Entre esos dos resultados, exactamente el 22 de enero de 1993, un accidente doméstico puso en peligro su vida, tras sufrir graves quemaduras en todo el cuerpo, capaces de alejar a cualquier persona que no fuera Ana Fidelia de las actividades deportivas.
Solo el deseo de vivir y la oportuna entrega de capacitados especialistas pudieron salvarla y algo más…
Su voluntad durante el proceso de rehabilitación, en el cual recibió numerosas intervenciones quirúrgicas estéticas, junto al permanente aliento del nuevo preparador, el otrora destacado atleta Leandro Civil, hicieron posible la presencia de la muchacha en Ponce, Puerto Rico (noviembre de 1993), donde realizó la hombrada de ganar la medalla de plata en los 800 metros planos (2:05.22).
Muchos aceptaron y reconocieron el esfuerzo, pero también pusieron en dudas la capacidad para mantenerse en la cúspide, luego de cumplidos 30 años de edad.
Ahora quiso tocar directamente las puertas del cielo y asistió al V Campeonato Mundial al aire libre, desarrollado en Gotemburgo, Suecia (1995), dispuesta a demostrar la absoluta recuperación física, y ante más de 60 mil espectadores pasó triunfante la línea de sentencia con registro de 1:56.11 minutos.
La obtención de la presea plateada en Atlanta, constituyeron una fuerte motivación para revalidar el título y vestida de largo llegó hasta Atenas, Grecia (1997), donde repitió triunfo en la doble vuelta al óvalo (1:57.14) y de paso la despedida por todo lo alto, pues relegó al tercer escalón a su sempiterna rival, la mozambicana María Mutola (1:57.59).
Así eres Ana Fidelia, por tus sobrados méritos grandes y chicos te respetamos y queremos e incluso me atrevo a calificarte como la indiscutible reina entre los santiagueros de siempre…
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