Hombres que son gorilas, gorilas que son hombres
Astrid Barnet
Colaboradora de Radio Rebelde
web@radiorebelde.icrt.cu
30 de Junio de 2009, 10:00 a.m.
La Habana, Cuba.- El Gran Zoo (1967), de nuestro poeta nacional Nicolás Guillén, representa un libro de poemas fresco y humorístico que siempre deja deslizar una moraleja, y sus chistes atacan a un enemigo específico.
Para algunos críticos es una obra que puede leerse de varias formas: desde una colección de poemas juveniles, o bestiario atípico --pues no sólo incluye animales sino también nubes, guitarras o relojes--, otorgando características zoomorfas a toda la realidad circundante, hasta un libro de alegre sarcasmo en el que se incluyen fábulas, antecedentes (sin duda), de Esopo y La Fontaine.
En su inventario de seres incluye diversos motivos que le otorgan al libro un rostro poético: “El Caribe”, “La Osa Mayor”, “El Aconcagua”, “Las nubes”, “Los vientos”, “La Estrella Polar”… se exhiben en este gran zoológico como metáforas de la imaginación del hombre y sus poderes. Igualmente puede hallarse en él una crítica mordaz contra la escalada armamentista o problemas sociales: “Hay una colección (dentro del Gran Zoo) de hachas atómicas / máscaras rituales de forma antiaerolítica / y macanas de sílex radioactivo”. / Un animal / todo colmillo y ojo”.
La bomba atómica: “Prohibido arrojarle alimentos. / El hambre: “Ésta es el hambre que mata...” Los ríos son serpientes: el Aconcagua “anda en lentos rebaños / con otros animales semejantes…”
De esta forma Guillén logra caricaturizar, de forma amena e irónica (y hasta musical), el universo que nos rodea, pero a la vez traslada consigo la soberbia del hombre, el falso orgullo de pretender reunir tras las rejas de algunas jaulas, la realidad viva, compleja y cambiante de la naturaleza, de la sociedad y sus cambios. Todo se intercambia y dialoga. Hasta el espécimen más cercano al hombre: el mono pero, en su forma de gorila.
Así, de los 36 integrantes de El Gran Zoo, sólo cinco son animales propiamente dichos: “Escarabajos”, “El tigre”, “El cangrejo», “Monos” y “Gorilas”. Mas, ¿quiénes son los gorilas? En este mundo real maravilloso Guillén lo imagina como:
El animal que está a la vista,
a poco más
es un gorila enteramente.
Patas en lugar de pies
y casi garras en lugar de manos.
Le estoy mostrando a usted
el gorila americano.
Semanas atrás se llamaba la atención sobre lo que estaba sucediendo en Honduras, donde el gobierno democráticamente electo del presidente Manuel Zelaya enfrentaba una embestida tanto de los grupos empresariales nacionales y extranjeros, como de los sectores más retrógrados de su país, debido a su convocatoria a una consulta ciudadana.
La consulta (propuesta para el domingo 28 de junio) estaba enmarcada tan sólo en una interrogante: si se estaba o no de acuerdo en que en la elección de presidente, parlamentarios, alcaldes y regidores del 29 de noviembre próximo se colocara una cuarta urna para que los electores manifestaran si estaban de acuerdo o no en que se convocara a una Asamblea Constituyente. Dicha Asamblea se elegiría cuando ya Zelaya hubiera terminado su período y funcionaría según las normas que entonces se fijaran.
La acción de respuesta de los sectores mencionados anteriormente fue retrógrada y criminal, sólo comparable con las de los regímenes militares gorilas durante las décadas de los sesenta y setenta del pasado siglo para desestabilizar a los gobiernos democráticos. Como ocurrió en Chile, el 11 de septiembre de 1973, contra el gobierno de la Unidad Popular encabezado por Salvador Allende, entre otros ejemplos enmarcados en nuestras tierras de América Latina.
A partir de dicha acción algunos medios de prensa recordaron un aspecto “de la constitución hondureña vigente (dictada en 1982), durante el gobierno de una dictadura militar y es que esa constitución es eterna, nadie la puede modificar y quien lo intente es considerado traidor a la patria”. Se desconoce que alguna otra constitución en el mundo tenga iguales características.
No obstante y mucho más allá de las declaraciones de la oposición oligárquica, de la iglesia católica, de la cúpula del ejército y de los políticos tradicionalistas de ese país centroamericano --representantes de un poder retrógrado e inoperante y cuyo comportamiento en relación con el concepto Estado, en pleno siglo XXI, es sólo comparable con una filosofía aldeana o de hacienda--, el presidente Zelaya mantiene una actitud digna y valiente ante su pueblo y el mundo. Y, junto a él el apoyo irrestricto de las naciones miembros del ALBA.
Como subrayara el Líder de la Revolución Cubana, Fidel Castro: “…los culpables verdaderos están en otra parte y no darán la cara con facilidad”.
Ciertamente. Y al retomar nuestro tema del inicio, no es casual que la fauna que incluye nuestro Poeta Nacional en su libro, conduciéndonos hacia la reflexión, la capacidad de discernir y, ante todo, al recordatorio, esté conformada por animales antropomorfizados. Hombres que son animales, animales que son hombres. Hombres que son gorilas, gorilas que son hombres.
Agradecidos a nuestro inolvidable Guillén: el de la poesía negra y mulata, en rima y en ritmo cadencioso, y el del eterno compromiso político. De seguro, El Gran Zoo es una de las obras literarias cubanas que mejor ha concebido, de forma crítica y reveladora, los imprevisibles cambios en la historia de Nuestra América. |