Como un gran porcentaje de la población cubana, estoy entre quienes crecimos rindiendo cada año modesto tributo al Comandante Camilo Cienfuegos, con la tradicional flor arrojada al mar para recordar su desaparición física.
Este homenaje que nos marcó a todos en nuestra infancia surgió de una convocatoria de la revista Verde Olivo para conmemorar el primer aniversario de aquel fatal accidente de aviación donde perdió la vida aquel joven revolucionario tan querido por su pueblo.
Así, desde la niñez escuchábamos hablar a nuestros padres y abuelos de la sencillez, alegría y valor de aquel hombre que lamentablemente la mayoría de las cubanas y los cubanos de hoy no pudimos conocer, comenta para Haciendo Radio, el periodista Francisco Rodríguez Cruz.
La tan reiterada frase pronunciada por Fidel de que “en el pueblo hay muchos Camilos” nos llega, con el paso del tiempo, como un símbolo que debemos desentrañar colectivamente.
Porque se trata del tipo de héroe que a pesar del transcurso de los años, nunca nos ha resultado lejano.
Camilo sigue siendo uno de los íconos de la Revolución que más nos puede decir, en cualquier época, a nuestros sentimientos y también a nuestro intelecto, por lo fácil que resulta identificarnos con su extracción humilde, la legendaria cubanía de su carácter y la verticalidad de su postura en torno a la necesidad de mantener la unidad sin dogmatismos y la fidelidad a toda prueba.
Porque para que cualquiera de los ciudadanos de esta Isla sea un Camilo no harían falta, por tanto, virtudes supra terrenales ni méritos inalcanzables de superhéroes o seres portentosos.
Y ese es el misterio tal vez de que el valor de su ejemplo perdure, incluso para quienes no vivimos en aquella época fundacional repleta de pasajes épicos, desde la lucha en la Sierra Maestra hasta esos primeros meses después del triunfo, cuando Camilo ganó con su conducta intachable el corazón de sus contemporáneos y la confianza de Fidel.
Pues a pesar de que apenas pudimos vislumbrar la talla de aquel héroe desaparecido tan tempranamente, sí una gran mayoría pudimos ser, afortunadamente, contemporáneos del líder histórico de la Revolución cubana, nuestro Comandante en Jefe. Y uno se pregunta siempre qué clase de ser humano, de patriota, de cubano, debió ser alguien a quien Fidel le preguntara “¿Voy bien, Camilo?”.
Tampoco es difícil percibir que, tal y como predijera Fidel, hemos tenido a lo largo de estas más de seis décadas muchos Camilos entre nosotros. Todas las esferas de la vida económica y social cubana han contado y cuentan, de una u otra manera, con esos héroes alejados de pedestales y grandilocuencias, que la mayoría de las veces se desempeñan en el más absoluto anonimato.
Y nuestro deber como revolucionarios de este siglo XXI es seguir cultivando lo mejor de nuestra gente para que esos valores perduren, de manera que seamos capaces de combinar el cumplimiento triste y áspero del deber que pedía Martí, con la autenticidad y la desenvoltura jovial de aquel joven Señor de la Vanguardia.
Así, cuando hoy volvamos a guiar a las niñas y los niños en ese habitual peregrinaje de recordación al héroe, debemos trasmitirles la certeza de que esas flores que hemos sembrado en nombre de Camilo en nuestros mares y ríos a lo largo de más de 60 años, han dado, en nuestra infancia y juventud, nuestros mejores frutos.
(Fuente: Haciendo Radio)