En su libro sobre la historia de Cuba, su autora Francisca López Civeira escribió sobre la valía de Carlos Manuel de Céspedes e Ignacio Agramonte, y dijo además que sobre estos dos grandes hombres, José Martí publicó en El Avisador Cubano el 10 de octubre de 1888.
En la conmemoración de esa fecha importante para Cuba, Martí hizo un paralelo entre estas dos figuras de gran trascendencia en nuestra historia.
Señala a Céspedes como el iniciador de la Revolución del 68, además de haber sido también el primer Presidente de la República en Armas, electo en Guáimaro, pero sujeto a una Constitución que lo subordinaba a la Asamblea de Representantes.
Por su parte, Ignacio Agramonte había sido uno de los principales redactores de la Constitución que daba el mayor poder a la Asamblea, a la que se subordinaban el Presidente (como poder ejecutivo) y el General en Jefe, pues era la Asamblea la encargada de nombrarlos y también de destituirlos.
Esto significó el triunfo de estas ideas frente a las de Céspedes, quien planteaba el mando único. Tales diferencias de criterios acerca de cómo hacer la revolución, de cómo estructurar su gobierno y sus atribuciones, fueron fuente de contradicciones entre Agramonte y Céspedes que representaron dos polos opuestos.
No obstante, Martí valoró la importancia de ambos para la revolución, que era imperfecta en sus concepciones y en los modos de organizar, pero que había proclamado el nacimiento de un pueblo libre del dominio español.
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