Lo evidente

Si alguna actitud puede llegar a ser muy perjudicial, tanto para asumir nuestras relaciones interpersonales como en un nivel más complejo de los vínculos en la sociedad, es la negación empecinada o irresponsable de lo que resulta evidente, y a veces hay quienes no quieren admitir.

La postura más revolucionaria que debemos adoptar siempre como ciudadanos es saber reconocer cuándo estamos frente a un problema que necesita ser enfrentado sin tapujos para poderlo solucionar, comenta el periodista Francisco Rodríguez Cruz.

Parece algo obvio, pero por desgracia eso no siempre ocurre, tanto en el plano más individual como colectivo. No es extraño que en ocasiones aplacemos decisiones o el análisis descarnado de conflictos que nos laceran, como si por el hecho de no aceptarlos ni discutirlos, estos fueran a desaparecer como por arte de magia.

La práctica y la enseñanza que nos han legado la historia y nuestros líderes a lo largo de mucho tiempo es que, como reza un refrán popular, «donde se caiga el burro, hay que darle los palos».

Es cierto que una reacción ante la evidencia de cualquier fenómeno tampoco puede ser repentina, superficial o precipitada, porque entonces también es muy probable que después, como solemos decir también, el remedio sea peor que la enfermedad.

Pero si nos engañamos a nosotros mismos con la falsa percepción de que todo anda bien, de que vivimos en el mejor de los mundos posibles, cuando los tozudos hechos indican lo contrario, pues sencillamente no estamos contribuyendo a la transformación progresista de nuestra realidad.

Y la mejor manera de enfrentar lo que es evidente, casi con seguridad será que en todas las circunstancias sometamos al debate y la confrontación colectiva no solamente los síntomas más inmediatos que nos agobian, sino que ahondemos en los orígenes últimos de cada fenómeno.

Esto parece una verdad de Perogrullo, pero lamentablemente muchos de los errores que cometemos al tratar de enmendar una deficiencia, provienen en no pocas ocasiones de confundir las causas con los efectos, de modo que al accionar solamente sobre estos últimos, el asunto a resolver no solo queda incólume, sino que a veces hasta se agrava más.

Y no es que alentemos los radicalismos extremos en la adopción de cualquier tipo de decisiones, a no ser que nos refiramos a aquella definición martiana de que ser radical no es ser terminante o excluyente, sino que se trata de ir a la raíz de los fenómenos para intentar develar sus esencias con la mayor exactitud posible, y que así podamos prever el curso futuro de los acontecimientos.

Y eso solo se puede lograr mediante el ejercicio de la inteligencia plural y la consulta de las diversas opiniones de la mayor cantidad posible de personas, con el mayor respeto para admitir las visiones que no son coincidentes con la nuestra, e incluso con la honestidad de aceptar cuando nos hemos equivocado y tenemos que rectificar y dar la razón a la otra persona o grupo de ellas.

Solo así lograremos que no se vuelva nunca contra nosotros aquello que una gran mayoría podría sin un gran esfuerzo identificar. Aunque nos traiga algunos quebraderos de cabeza, siempre será preferible asumir crítica y responsablemente, lo evidente.

(Fuente: Haciendo Radio)

Autor