Las pequeñas cosas, las cotidianas, hacen lo grande

De las cosas que nos deja el 2022 es que no debemos cejar en el empeño de vencer dificultades, y aunque para muchos este año ha sido extremadamente duro, sobreviene la esperanza de que el ya cercano será mucho mejor.

Pero debemos comenzar por nosotros mismos, porque me niego a pensar que el desánimo nos invada, y levanto las banderas a favor de creer que siguen habitando reservas internas en nuestros corazones para ser mejores personas, ayudar, cooperar, colaborar, amar con todo.

Y es de las enseñanzas que debemos asumir una y otra vez, aún cuando los tiempos que corren hayan ¨hundido¨ hasta el fondo a algunos que decidieron venderle su alma al diablo y dejaron que odios y rencores los hicieran sucumbir por el camino, frente a otros ejemplos de mucha belleza, multiplicados, que hablan de todo lo contrario.

A pesar de escaseces y exigencias de resistencia cotidiana, hay quienes han compartido lo poco que tienen, incluso medicinas, con alguien que lo ha necesitado so pena de no conocerlo; a cuántos nos ha ¨acariciado¨ una mano en el hombro o una frase de aliento en momentos en que parecen que las fuerzas flaquean; sigue ahí el vecino que cada día llama a nuestra puerta o desde un teléfono para preguntar cómo amanecimos o qué nos pasa; permanecen como asidas a la profundidad de la tierra, personas que en el ómnibus todavía son capaces de decirle ¨señora, siéntese por favor»; nacen nuevos amigos que son familia y que están en los momentos más difíciles; no se ha perdido en muchos la sonrisa a flor de labios para alegrar a otros que la necesitan cuando en ocasiones uno mismo lleva el alma ¨rota¨; no se ha ¨escapado¨ la certeza de saber que tú hijo tiene todas las posibilidades para estudiar y si se lo gana, de ir a la Universidad gratuitamente, o la seguridad de ver correr por un parque a los más pequeños sin pasar por la zozobra que alguien lo secuestrará.

Las pequeñas cosas, cotidianas, bellas, hacen lo grande, para conservar esencias que no podemos perder. Porque cuando el alma de la Patria, – conformada por su cultura que lo es todo: valores y ética -, se pierde, es como comenzar a andar en una nave sin rumbo.

Es Cuba, donde habita un pueblo noble y también rebelde; donde ahora mismo hemos visto partir a muchos de nuestros compatriotas, pero también donde la mayoría decidió quedarse para desde su tierra, reconstruir presente y soñar con un futuro mejor que es posible.

Cuba de todos los cubanos, donde las esencias del alma de su gente no podemos darnos el lujo de perderlas. Porque estaríamos perdiéndonos nosotros mismos. El 2023 debe ser un año mejor, y con él nosotros.

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