Las Casitas, en los Cerros caraqueños, escalar la esperanza

Autora Dalia Reyes Perera

Las Casitas es el nombre de un barrio muy humilde en los Cerros de Caracas, en la Parroquia La Vega.  Gente muy pobre habita en ese sitio marcado  por  condiciones  difíciles.  

También la  población residente en esos parajes, que  supera la cifra de 30 mil habitantes presenta muchos padecimientos, entre ellos, enfermedades pulmonares, de transmisión sexual, embarazo en la adolescencia,  cardiopatías, nefritis, entre  otras.

Hasta allí, en ese escenario de vulnerabilidad, llega la luz de los   colaboradores cubanos.  Lo sabe muy bien el Doctor Raúl Alfaro Ramos, Coordinador del Centro de Diagnóstico Integral (CDI) instalado en la demarcación,  donde se labora 24 horas, sin descanso, sobre todo para ayudar, educar, tender manos y prevenir.

“Nuestro CDI tiene salas de rehabilitación integral, damos  charlas educativas y de prevención, realizamos jornadas de salud en localidades de difícil acceso en esos cerros, donde hay que transitar por escaleras, caminos,  realizamos estudios y diagnósticos de los problemas, y buscamos cómo prevenirlos, en Las Casitas se reportan muchas adolescentes embarazadas, en general son familias que viven en duras condiciones, hay viviendas improvisadas, se presentan situaciones de violencia y drogadicción,  hay personas que no tienen vínculos laborales ni de estudio; por ello trabajamos en la prevención, junto al médico de la comunidad y en estos intercambios, los habitantes de Las Casitas han ganado en conocimientos sobre temas de salud, también hemos hecho intervenciones comunitarias, y hay resultados loables”, puntualiza.

Fotos del autor

El Doctor Alfaro describe las características de la brigada del personal médico cubano que presta sus servicios en las Casitas, la cual “está compuesta por 25 colaboradores, contamos con servicios de medicina general, ecografía, gastroenteorología, laboratorio, también de farmacia, estadísticas, una sala de hospitalización con 5 camas y 3 de ellas de terapia, con la posibilidad de ingresos para estabilizar a las personas que llegan aquí con su salud deteriorada, por ejemplo, crónicos nefríticos, o quienes han sufrido edemas agudos del pulmón, infartos, asma bronquial descompensada, otros con enfermedades oncológicas. En la Covid se trabajó intensamente, se incrementó la cantidad de pacientes positivos y muchos fallecieron en los primeros meses de la Pandemia, pero luego hicimos un trabajo de intervención urgente, pesquisajes, acciones preventivas, le hicimos seguimiento a los pacientes, familiares y vecinos que presentaban algún síntoma. y los resultados fueron buenos, hasta que llegamos el 15 de abril pasado sin ningún fallecido por Covid, en este logro tuvimos el apoyo de los Consejos Comunales”, resalta el experto.

Este  médico cubano jamás olvidará las historias de amor que día a día viven él y sus colegas frente a sus pacientes. 

“Tuvimos un paciente ecuatoriano, había pasado por varios centros hospitalarios sin diagnósticos, empezó con mucha falta de aire, y ya cuando llega a nuestro CDI, porque le recomendaron que aquí encontraría ayuda, lo ingresamos en estado de gravedad, trabajamos 15 días con el equipo médico, discutimos el caso, hasta que concluimos que el paciente se había contagiado de la Covid, se había recuperado, pero volvió a contraer una neumonía, y ya estaba haciendo resistencia a los antibióticos, tuvimos que hacer una triple terapia para salvarle la vida, y lo logramos”, recuerda.

También narró otras historias de vida que dan fe de la sensibilidad de los colaboradores cubanos. “Por ejemplo, el señor Rufo, llegó a nuestro CDI enfermo, un paciente de la tercera edad sin hogar ni familia, lo hospitalizamos, pero es tanto el amor que los médicos sintieron por él, que todos los días lo atendían, lo ayudaban a bañarse, y le traían alimentos, era como un abuelito para todos nosotros, y Rufo está aquí, contento y agradecido”.

Estremecen las anécdotas de este joven galeno: “Tuve en una ocasión una consulta que catalogo como rara, llegó una mujer  y le pregunto ¿en qué la ayudo? Y ella me dice que le permita estar frente a mí en silencio, se queda tranquila, y luego de diez minutos me dice “gracias, Doctor por estar conmigo, ahora me siento mejor”.

El Doctor Alfaro Ramos rememora otra consulta diferente “es una señora con una familia disfuncional que vino a buscar paz entre nosotros, conversamos, nos reímos, ella necesitaba aliviar su mente, comenzó a transformarse, y cambió, por supuesto, le dimos consejos para encauzar su vida. También no olvido a una paciente de 33 años con un cáncer terminal, vino un día por la tarde y me dijo que estaba muriendo, y me pidió estar en el CDI porque no encontraba paz en su casa para el final de su vida. Fue muy difícil, consulté con el equipo, la ingresamos, la atendimos por un tiempo, y luego de estar unos días en su hogar falleció, fue muy duro pero esos momentos también forman parte de nuestro trabajo”.

Y dice este joven médico que hasta el CDI Las Casitas llegan pacientes, incluso de otros Estados, con la recomendación de la calidad de los servicios y la sensibilidad que se respira en un colectivo que tiene una certeza: “a pesar de estas condiciones adversas, somos felices ayudando a tanta gente, hacemos nuestro trabajo, la población nos cuida, queremos a nuestros pacientes y ellos nos quieren mucho,  la medicina no es sólo de un medicamento, es un acto de amor y con amor también se logra curar al paciente”.

Al despedir a Alfaro, se vuelve a tener la certeza de que en Las Casitas, en los cerros de Caracas, con el cariño de los médicos cubanos, se puede escalar la esperanza. 

Escuche y descargue desde nuestra plataforma de iVoox el trabajo de Dalia Reyes Perera

Autor