La evaluación de los daños ocasionados por las recientes e intensas lluvias en Camagüey y las provincias orientales, deja como saldo pérdidas en la agricultura y también en bienes materiales entre los que se incluyen equipos personales y electrodomésticos, que el agua dañó significativamente.
Cesadas las precipitaciones, y en la medida que el agua ha ido escurriéndose en los campos, las evaluaciones sobre la magnitud de las afectaciones se cuantifican con mayor exactitud, y se pueden diseñar las estrategias para recuperar lo recuperable o para avanzar en el sentido de concentrar los esfuerzos hacia la dirección correcta.
Las lluvias ocurren en medio de la campaña donde se siembra para el verano, y algunos de esos renglones se han perdido, por lo que ahora, una vez que las condiciones de entrada en los campos lo permitan, habría que valorar puntualmente dónde sembrar y qué, sobre todo renglones de ciclo corto, para buscar volúmenes de producciones resistentes a las altas temperaturas.
Otro tema es el de las viviendas, donde muchas personas han perdido parte de su patrimonio personal que resulta siempre muy doloroso por el costo espiritual y material que ello tiene y además porque en las actuales condiciones del país, es mucho más complejo resarcir con la celeridad que el momento demanda las pérdidas.
En el caso de los daños a inmuebles se precisan buscar todas las alternativas posibles, a partir de las condiciones naturales en la producción de materiales de la construcción que tiene la provincia y lo que pueda tributar el país.
De más está decir que la solidaridad, como siempre ocurre en estos casos límite, se impone. Donaciones desde el corazón, la mano de obra aportada entre los vecinos de los sitios afectados, el compartir lo que se tiene, el pensar con inteligencia entre todos para arrancarle poco a poco un pedacito a los problemas.
Con la experiencia acumulada y las enseñanzas que, desgraciadamente va dejando el paso de estos fenómenos naturales por el país, el desafío sigue siendo ganar y ganar.