El 20 de abril de 1898, el entonces presidente de los Estados Unidos, William McKinley, firmó la Resolución Conjunta, aquella que en su primer punto aseguraba “que el pueblo de la Isla de Cuba es, y de derecho debe ser, libre e independiente”.
Poco después ordenó el bloqueo naval a Cuba, llamó a filas a 125 mil voluntarios, y declaró formalmente la guerra a España.
El autor del libro El estreno del Imperio: la Guerra de 1898 en Cuba, Puerto Rico, Filipinas, publicado por la Editorial de Ciencias Sociales, el historiador, ensayista y profesor Gustavo Placer Cervera, recordó que para ese año, España ya no podía resistir una contienda de desgaste extendida a todo el país tras la invasión mambisa al Occidente cubano.
El catedrático cubano recalcó la incapacidad hispana de revertir el panorama político y bélico a pesar del refuerzo de tropas, de la construcción de trochas militares, luego de ensayar primeramente la cruel reconcentración del Capitán General Valeriano Weyler Nicolau, y más tarde el régimen autonómico de su sucesor Ramón Blanco Erenas.
El Miembro de Número de la Academia de la Historia de Cuba, el doctor Gustavo Placer Cervera, sostuvo que la prioridad del mando estadounidense en abril de 1898 era la toma de La Habana, aunque meses después –aclaró—con la llegada de la escuadra del Almirante Pascual Cervera Topete a Santiago de Cuba, el Oriente se convirtió en el escenario principal de la guerra.
Aprobada el 20 de abril de 1898 por el ejecutivo norteamericano, la Resolución Conjunta fue cínicamente incumplida por sus propios gestores, quienes desconocieron en la práctica a las instituciones de la insurrección mambisa, y castraron la independencia y la soberanía del país con el apéndice constitucional de la Enmienda Platt.