La mejor etapa de la vida

Tiempo de risas y juegos, de travesuras, de decir sin reparos lo primero que nos viene a la mente, de los amigos de la escuela y el barrio, y de los mimos de los padres.

Edades de  princesas y príncipes, de ser dueños del arcoiris, de caminar por el mar sin hundirse, y sobre todo, de ser dueños absolutos de las sonrisas.

No obstante lo anterior, la infancia es mucho más: es ese niño que llevamos dentro y que un día cualquiera nos sorprende y se asoma para observar otra vez los colores de las mariposas y las lagartijas, o hacer alguna travesura .

Años de descubrir la corbata roja de los camaleones, de maravillarse ante el vuelo rapidísimo del zunzún, de hacer amigos en un santiamén, de jugar a la rueda rueda, de los cuentos antes de dormir, y de infinitas preguntas para conocer el mundo.

¿Quién no ha añorado de adulto alguna vez volver a ser niño?

Etapa de meses de significación especial como diciembre por las fiestas; edades de cumpleaños que se esperan desde una semana antes por los regalos.

En la infancia fuimos por primera vez a la escuela,  sentimos el peculiar olor de las aulas, de las maletas, como les decíamos entonces a las mochilas de hoy, con la fragancia peculiar de los lápices, gomas de borrar y libretas; y también conocimos a los primeros maestros de nombres que jamás se olvidarán.

¿Qué más puede ser la infancia sino la tristeza por el tiempo dejado atrás?

Cuando somos adultos nos percatamos mejor de lo hermosa que fue la infancia; un tiempo mágico en que vamos por la vida descubriendo maravillas de manos de la imaginación.

De aprender de los libros y la naturaleza, de admirar a la maestra y querer ser como ella,  del nerviosismo por los exámenes, y la felicidad por los paseos en las vacaciones. Una complicidad especial se establece entre los pequeños donde están excluidos los mayores.

Sin crecer, se es piloto, maestra, maquinista o doctora; basta sólo con alzar los brazos para tocar las nubes. Que privilegio ser niño, más aún en Cuba, un país pequeño del Caribe, donde son príncipes y tesoros de los adultos.

Etapa que transcurre veloz como un soplo, es también regalo inapreciable de la naturaleza a los humanos. Reino de la inocencia, que alberga los sentimientos más puros; de adultos vuelven los recuerdos  de la infancia y con ellos la añoranza.

La infancia es ese pedazo de la vida que se guarda en lo más profundo de los corazones; una etapa de la existencia humana vinculada a los padres; de ellos recordamos de manera especial sus mimos y cuidados, más aún si enfermábamos, y también los regaños por la desobediencia.

Infancia de ilusiones, y de estar siempre contentos; sin pedir permiso la alegría entra a las casas donde viven los niños, para contagiar al resto de la familia que se privilegia de tenerlos.

Los sorprende el croar de las ranas, la hilera de hormigas, la oruga que deviene  mariposa, el arcoíris  luego de la lluvia, y hasta el reflejo del cielo en el mar. La curiosidad es insaciable y llueven los por qué hasta lo infinito. También se conoce la gracia de su espontaneidad, la forma peculiar de estrenar las palabras, y el desenfado de sus privilegiados años, porque la infancia es la mejor etapa de la vida.

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