La familia se articula en varias generaciones, y aunque tenemos un tronco primigenio de dónde nacimos, -el más cercano-, hay una cadena genealógica que nos precede a la que no podemos desconocer. Sucede así con nuestra historia, una línea en el tiempo de sucesiones de hechos y acciones, unas conectadas con las otras, que traslucen tendencias, idiosincrasia, cultura, marcas que apuntan desde dónde venimos y hacia dónde vamos.
Escuchar a alguien decir que no le gusta la historia es como negarse a sí mismo, porque vivimos en sociedad y sería como hacerle el juego al enemigo que precisamente desea borrar todos los vínculos más directos con los orígenes para desmontar los sistemas culturales e imponer patrones ajenos a la voluntad de las personas. De esta manera, se allana el camino, se hace más corta la penetración que no es transculturación, sino imposición de una historia para borrar o casi la autóctona.
El desafío, entonces, sigue siendo cómo continuamos haciendo más atractiva la enseñanza de nuestra historia que no es solo responsabilidad de las escuelas sino aprovechar la oportunidad que se nos presenta para explicarla desde las historias de vida e, incluso, desde sus protagonistas los hechos y sus enseñanzas.
Un desafío que nos debemos es potenciar la historia local, porque en ocasiones residimos en un municipio donde siquiera conocemos el origen del nombre de las calles o qué representa un monumento.
Hacer atractiva la forma o maneras en que trasmitimos esa historia, el conocimiento de los hechos, sin teque, con sentido lúdico, apelando a las emociones, siempre llega más y mejor a las personas, a nuestros niños y sobre todo a nuestros jóvenes.
Estos últimos constituyen el público más complejo, a partir de la competencia que se establece con el desarrollo acelerado de las nuevas tecnologías de la Información y las Comunicaciones. Se trata incluso de aprovecharlas mejor desde productos comunicativos atractivos, creados dentro de fronteras, en lo que existen muy buenas experiencias en los Joven Club de Computación para atraer y dejar huellas, enseñar pasajes de nuestra historia, momentos que resultan imprescindibles atesorar.
Muchos acontecimientos que ocurren hoy tienen respuestas en la historia pasada, por supuesto en otros escenarios y contextos, no por gusto para tratar de imponer los procesos de colonización cultural una de las maneras más socorridas transitan por el «borrón y cuenta nueva» o la distorsión de los hechos para confundir y crear un pensamiento alineado a los intereses foráneos que se persiguen.
La historia nacional es sagrada y debemos cuidarla como a un hijo querido. Es como reafirmarnos nosotros mismos, y cuidar la Patria que aún es más sagrada.