Sucedió el viernes cuatro de marzo de 1960 a las tres y diez de la tarde, cuando 57 estibadores descargaban 75 toneladas de granadas y municiones para defender la soberanía cubana.
El recuerdo perdura: “el muelle devino horrible escenario: humo, gritos, cuerpos mutilados aún con vida, cadáveres y rostros desesperados ante la caótica situación. A la primera explosión le siguió otra enorme que hizo vibrar la tierra; se agrietaron las paredes y ventanas de edificios cercanos, los autos fueron arrastrados hasta lejanas distancias, y una lluvia de objetos de hierro cayó a centenares de metros”.
Contaba un testigo presencial que se veían hombres que quedaron mutilados, cadáveres sin piernas y brazos, mientras que otros fueron consumidos por las llamas; inclusive la onda expansiva lanzó a algunos sin vida a las aguas de la bahía.
En las honras fúnebres de las víctimas de horrendo crimen el Comandante en Jefe Fidel Castro señaló:
No sólo sabremos resistir cualquier agresión, sino que sabremos vencer cualquier agresión, y nuevamente no tendríamos otra disyuntiva que aquella con la que iniciamos la lucha revolucionaria, la de la libertad o muerte, solo que ahora libertad quiere decir Patria y la disyuntiva nuestra será ahora Patria o Muerte.
Hemos venido a concluir un día de los más tristes, sí pero de los más firmes de nuestra patria y de los más simbólicos.

En otro fragmento afirmó: ”¿quién nos iba a decir que los causantes y los cómplices de aquellos asesinos de tantos miles y miles de cubanos nos obligarían una vez más —y quién sabe cuántas veces más— a venir a llorar junto a las tumbas de nuevas víctimas, de nuevos ciudadanos aniquilados por los mismos criminales y los mismos aliados? Pero por amargo que sea, es lo cierto.
Y aquí estamos cumpliendo este doloroso deber, y lo cumpliremos cuantas veces sea necesario, ¡lo cumpliremos un día como cortejo y otro día como féretro, si es preciso; lo sabremos cumplir, porque detrás de los que caen vienen otros, detrás de los que caen otros siguen en pie!.

Al final de sus palabras afirmaba Fidel:
Y esa es nuestra promesa no a los que han muerto, porque morir por la patria es vivir, sino a los compañeros que llevaremos siempre en el recuerdo como algo nuestro; y no en el recuerdo en el corazón de un hombre, o de hombres, sino en el recuerdo único que no puede borrarse nunca: el recuerdo en el corazón de un pueblo.
El pueblo aún recuerda y condena el trágico siniestro en el que se derramó la sangre de humildes trabajadores y combatientes: murieron 100 personas en total, y resultaron heridas otras doscientas, hecho que llenó de luto y lágrimas al país. Por ello el sabotaje al barco francés La Coubre sigue intacto en el corazón del pueblo.
