“Yo no quiero, no puedo hacer otra cosa que no sea la enfermería”, así nos dice esta mujer de rostro dulce y alma tan blanca y noble como su traje y su cofia.
La Licenciada en Enfermería Kenia Oliva Fernández, de la provincia Granma, por segunda vez llega a la República Bolivariana de Venezuela, para repartir amor y salvar vidas.
En varios Centros de Diagnóstico Integral (CDI) de esta tierra hermana, están sus manos salvadoras, bajo el influjo de la energía y el optimismo de un Comandante Bolivariano, el mejor amigo de Cuba.
“Estuve entre el 2010 y hasta el 2013 en el Estado Monagas, fui ubicada en el Centro de Diagnóstico Boquerón, trabajé en esa etapa cuando el Comandante Hugo Chávez era Presidente, como enfermera intensivista, atendimos a pacientes graves, salvamos vidas en los CDI, personas que llegaban con infartos, otras víctimas de la violencia, con heridas a causa de tiros, fue una experiencia muy importante en ese momento porque vi cosas que jamás había imaginado y que me hizo crecer humanamente”, nos confiesa.
Luego regresó, esta vez para ser protagonista de una Misión que trajo el Milagro de la luz para los ojos de quienes pudieron ver los colores desde entonces.
“Retorné a la misión en el mes de marzo del 2022, esta vez en el Estado Carabobo, Mariara, en el Centro Oftalmológico, tuve la satisfacción de asistir a pacientes recuperados con cataratas en sus dos ojos, y verlos posteriormente cómo se operaban y recuperaban su visión, estaban muy agradecidos, veían la luz del Sol, sus familias y también a nosotros, que los estábamos atendiendo y a quienes sólo identificaban por nuestras voces. Era muy emocionante”, expresa.
A esta mujer internacionalista le sobran las razones para sentirse orgullosa. La actual asesora de enfermería en la Misión Médica del Distrito Capital, Caracas, ha atendido en sus misiones a dos tipos de pacientes, los graves que salvaron su vida, gracias a una atención esmerada y profesional, y aquellos que recuperaron su visión, lo cual constituyó para ella “una satisfacción enorme, uno ve la emoción que experimentan cuando vuelven a ver, y no tenían como agradecernos, nos besaban y abrazaban, y volvían a nosotros para saludarnos, se mantenían en contacto con el Centro Oftalmológico, lo cual significaba demostrar su agradecimiento a lo que uno hacía por ellos”, puntualiza.
La Licenciada en Enfermería Kenia Oliva Fernández no conoce de barreras. Para una mujer que sigue en esta profesión tan sacrificada, lejos de la familia y cerca del dolor, nada la hará renunciar a la profesión que escogió y que le corre por las venas como algo consustancial a su propia vida. ¿Qué le hizo haber escogido la enfermería y mantenerse en esta especialidad tan compleja? Su respuesta no se hace esperar.
“Cuando leí la biografía de Florence Nightingale, la madre de la enfermería, ella decía que oyó el llamado de Dios, que era ayudar a las personas, entonces atendió a los soldados de la guerra de Crimea, ella venia de una familia con poder económico, pero decidió esta vida altruista, andaba de noche en las calles de Crimea, con una lámpara cuidaba a los enfermos, por eso la llamaban la Dama de la Lámpara, yo pienso que también escuché el llamado de Dios, esta es una profesión de amor, de sentimientos, hay que padecer lo que los pacientes sufren, atender sus necesidades, y así realizamos nuestro trabajo con calidad”, asevera.
Hoy, en su propia familia, tiene el relevo “porque mi sobrina mayor dedicó su vocación a la enfermería, fue sorprendente cuando escogió esta carrera, hoy ejerce la profesión, eso me hace muy feliz”.
Y como un acto de fe concluye “yo no puedo ser otra cosa que enfermera, no sé y no quiero hacer otra cosa, quiero ser enfermera”, dice con el rostro iluminado esta mujer, quien ha encontrado en el amor al prójimo el sentido de su vida.