A 348 metros bajo tierra late el corazón de la Central Hidroeléctrica Hanabanilla, en el municipio villaclareño de Manicaragua. En el primer nivel de un edificio de tres plantas, empotrado en la roca viva de la montaña, la Sala de Generadores es un hervidero de operarios que, desde el cuarto de control, constatan el funcionamiento del ecosistema. Monitores que no dejan de marcar números, parámetros y fórmulas matemáticas, traducidas únicamente por ingenieros, obreros y especialistas, muestran cada dato preciso que se traduce en luz.
«Cuando cae la frecuencia por debajo de 59 o 60 Hz, automáticamente acoplamos la unidad para estabilizar la distribución de la energía que circula en Cuba. Aquí convertimos el caudal del embalse en electricidad. Ese mismo torrente de agua permitió que en los últimos días comenzara a levantarse el Sistema Electroenergético Nacional (SEN) tras la desconexión», explicó Ángel Nervis Pérez Marín, director de la Hidroeléctrica Robustiano León.
Sobre la importante labor que realizan indagó el miembro del Comité Central y primer secretario del Partido en Villa Clara, Osnay Miguel Colina Rodríguez quien sostuvo un franco intercambio con hombres y mujeres acostumbrados a la luz artificial y a la humedad que enfría la piel cuando pasan 24 horas dentro de esa suerte de cápsula de concreto en las profundidades de la cortina del único lago intramontano del país. Justo allí se generan 14 MW de energía limpia que hoy aportan al SEN.
«Tenemos que elogiar la valentía de quienes hacen su vida en lo hondo de esta montaña por el bien colectivo. Ustedes saben de qué fibras estamos hechos los cubanos», dijo Milaxys Sánchez Armas Gobernadora de Villa Clara, mientras se adentraba en el interior de la tierra.
Por angostas escaleras se llega al piso de turbinas. Allí se encuentra una inmensa mole de hierro de tecnología italiana de 1957, pero en perfecto estado técnico, gracias a la pericia y la innovación de los hombres y mujeres que operan las máquinas.
Amaury Curbelo Mesa, jefe de brigada, lo sabe: «Trabajamos 24 horas regulando la frecuencia secundaria del sistema, ante cualquier caída brusca nosotros asumimos la generación en 10 o 20 segundos. Esta es una planta importante para el país, por su forma operativa y porque no necesita combustible.
«Me siento muy orgulloso de mi trabajo, ya llevo 30 años aquí. No importan los cayos en las manos ni la grasa que a veces cuesta quitar de los poros, conozco bien el significado de nuestro esfuerzo», añadió Curbelo Mesa.
Un poco más profundo, las válvulas, que aprisionan el agua, provocan un ruido ensordecedor y a la vez elevan la potencia de esta joya de la ingeniería civil cubana, que hoy resulta decisiva en la estabilidad de distribución de corriente en Cuba.
Osvaldo Sotolongo Dorta, jefe de turno del área técnica explica que «con las tres unidades en funcionamiento seríamos capaces de generar 43 MW. Constituye un anhelo de todos recuperar las dos turbinas paralizadas. Si viene un ciclón o volvemos a enfrentar cualquier contingencia, somos capaces de entrar al sistema en un abrir y cerrar de ojos, y podemos abastecer a Manicaragua, parte de Cumanayagua y entregar energía a Santa Clara y a Sagua la Grande. Con nosotros nace la microisla que energiza al centro y puede llegar, también, al occidente y al oriente de la nación, de ahí la importancia de encaminar cualquier esfuerzo para restablecer la capacidad de generación original».
El especialista de mantenimiento Nivaldo Pérez Suárez, es de los imprescindibles. Lleva más de cuatro décadas al frente de procesos vitales en un centro insigne de la isla, a punto de cumplir 67 años de fundado, el próximo 11 de enero.
Para mí significa la vida, he criado a mis hijos aquí, la forma en que se ve la planta hoy, las condiciones en que se encuentra, su equipamiento, sus instalaciones, son la prueba del esfuerzo y el amor con que se trabaja.
«Nuestro sentido de la responsabilidad se demuestra en el empeño que ponemos a diario, la disposición que tenemos para venir a cualquier hora y asegurar que la planta esté disponible para echar andar», agregó.
Como en un viaje al centro de la tierra, en un vagón tirado por un winche, la escalera de 1054 escalones de la Hidroeléctrica de Manicaragua, asusta. El olor a azufre se pega en la piel y por momentos cuesta respirar. En ese lugar, cubanos abnegados se esfuerzan para producir la tan necesaria electricidad.
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