Según los estudios realizados por la profesora universitaria Francisca López Civeira, relacionados con grandes símbolos de nuestra historia, muchos de los combatientes que pelearon al lado de Ignacio Agramonte o bajo sus órdenes dijeron de diferentes maneras sus recuerdos de aquel hombre.
En la emigración patriótica se rememoraron los hechos de la guerra y Martí, que escuchó numerosos relatos, reprodujo buena parte de ellos para hacerlos llegar a todos los cubanos posibles.
Aquellas remembranzas fueron siempre muy enaltecedoras: “Uno contó de Ignacio Agramonte, cuando le regalaron un boniato, que no alcanzaba para todos, y se lo dio a su caballo.
Otro dijo lo de la miel, cuando le trajo un poco de ella un asistente, y él la hizo zambumbia, para que alcanzase para todos”.
El desempeño de Agramonte en la Asamblea de Guáimaro ha sido objeto de muchos análisis, como parte de los problemas que afloraron en aquel cónclave y sus resultados.
Agramonte alineaba junto a los que buscaban crear un aparato democrático en medio de la guerra, que limitaba las atribuciones del poder ejecutivo y del mando militar, lo que se enfrentaba al criterio centralizador encarnado en Céspedes.
No obstante, su desempeño en la actividad bélica es lo que lo ha marcado como uno de los más brillantes jefes militares de la revolución. La caballería camagüeyana que creó y dirigió hasta su muerte, fue uno de los más importantes cuerpos del mambisado.
Máximo Gómez, que lo sustituyó en el mando de Camagüey después de su muerte, siempre reconoció la brillantez y efectividad de la organización que había dado el camagüeyano a la tropa.
Recuerda que estamos en la marcha junto a los grandes de nuestra historia.