Sobre los símbolos patrios y los grandes hombres de nuestra historia, Carlos Loveira, en su novela Generales y Doctores, escrita en 1920, pone en boca del protagonista la emoción que este siente cuando, al arribo como emigrado al hotel Habana, en Nueva York, exclama…
«¡Una bandera cubana, de tela, grandísima! ¡Retratos grandes, encuadrados en ostentosos marcos, de Maceo, de Martí, de Máximo Gómez! No era necesario más para hacerme caer, sufriente de gozo».
El mismo autor, pero en su otra novela llamada Juan Criollo, insiste en la gran impresión ante los símbolos cuando escribió…
“¡Qué gusto oír hablar así, a boca llena, de Calixto García, del generalísimo, del ejército libertador, de combates en que el machete destroza siempre a la bayoneta!
El escritor Carlos Loveira, que había estado en la emigración durante la Guerra del 95, recreaba el ambiente que allí dominaba y las figuras que se veneraban.
Dentro de los grandes héroes que emergieron con las revoluciones independentistas, algunos alcanzaron una mayor connotación para sus contemporáneos o para las generaciones posteriores, a escala local o nacional; en lo que se fueron decantando los que perduraron de una época a otra en el imaginario colectivo.
El cuento titulado “La manigua heroica” de Enrique Serpa, publicado en 1952, recrea los atributos del mambí y sus grandes jefes en su valor e hidalguía, cuando un patriota prisionero enfrenta con entereza y dignidad a sus captores cuando dijo…
“Yo soy de la gente del general Antonio”, lo que despierta la admiración del jefe español. El símbolo había llegado venciendo la fuerza del tiempo.
Memorias, diarios de campaña o testimonios alimentaron la leyenda, así como la tradición oral que engrandeció a aquellos hombres. Recuerda que estamos en la marcha junto a los grandes de nuestra historia.