Grandes de nuestra historia: Agramonte, el bayardo camagüeyano (35)

Cuando el joven Ignacio Agramonte fue designado por Carlos Manuel de Céspedes como Mayor General y asumió su cargo militar al frente de Camagüey, en una primera etapa, su dirección se desarrolló en medio de contradicciones con el general en jefe, Manuel de Quesada, y también con el propio presidente Céspedes por criterios contrapuestos, lo que lo llevó a renunciar a la jefatura en abril de 1870, cargo que poco después reasumiría a solicitud del Ejecutivo en 1871.

Para entonces, ya Agramonte estaba más preparado y maduro a partir de la experiencia acumulada, las lecturas sobre el arte militar y sus propias reflexiones.

Desde entonces, prevalecieron las relaciones de respeto y consideración entre el joven Mayor y el presidente Céspedes. El camagüeyano se convirtió en un factor de unidad.

Agramonte creó un ejército disciplinado y capaz de enfrentar aquella guerra en su región. Organizó la infantería, la caballería y un rudimento de artillería, aunque su mejor arma fue la caballería, muy a propósito para las características del territorio donde operaba. Para preparar mejor a sus hombres, organizó una academia.

En 1871, cuando España lanzó una gran ofensiva, por lo que se le llamó “el año terrible”, algunos amigos y parientes trataron de convencer a Agramonte para negociar la paz, tomando en cuenta la carencia de recursos y, ante la intransigencia del jefe, le preguntaron con qué contaba para continuar la guerra. Entonces, el Mayor dio la respuesta que ha quedado en la memoria: “¡Con la vergüenza!”.

Sus hazañas y su capacidad militar hicieron que, 10 de mayo de 1872, el gobierno decidiera extender su jefatura al distrito de la antigua provincia de Las Villa. Cuando cosechaba grandes triunfos en campaña, el 11 de mayo de 1873, Agramonte fue herido de muerte en el potrero de Jimaguayú. Como escribió Máximo Gómez en su Diario de Campaña ese día: “Perdió Cuba uno de sus más esforzados hijos y el Ejército uno de sus más entendidos y valientes soldados”. Pero a partir de entonces, Agramonte se hizo símbolo y leyenda; ahora sería El Mayor.

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