“Es imposible hacer una buena película sin una cámara que sea como un ojo en el corazón de un poeta”, esta certeza acompañó hasta sus últimos días al actor, director, guionista y productor estadounidense Orson Welles. Precisamente, los diálogos, las escenas, los personajes y la música de la cinta cubana “Fresa y Chocolate” evocan, hoy por hoy, en el espectador, un cúmulo de emociones e ideas gracias a esa mirada poética de la cual hablaba el creador del “Ciudadano Kane”.
Basada en el cuento de Senel Paz “El lobo, el bosque y el hombre nuevo”, la película dirigida por Tomás Gutiérrez Alea y Juan Carlos Tabío ha sobrevivido al paso del tiempo. Y es que a partir del tema de la homosexualidad, esta obra cinematográfica aborda ideas tan universales como la comprensión hacia el otro. De ahí que el inolvidable abrazo entre David, un estudiante de Ciencias Políticas lleno de prejuicios y Diego, un artista culto, homosexual y escéptico resulte una oda a la tolerancia.
Con las actuaciones soberbias de Jorge Perugorría, Vladimir Cruz y Mirtha Ibarra, “Fresa y Chocolate” es de esas obras que forman parte indiscutible del patrimonio cultural de una nación. Con un ambiente que transita entre la comedia y el drama, la película ha dejado impreso en la memoria de millones de cubanos bocadillos como el popular “Hoy es mi día de suerte, encuentro maravillas”.
Restaurada hace unos años por especialistas cubanos, la película fue estrenada en diciembre de 1993 en el XV Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano. Allí, comenzaría el largo recorrido de éxitos de la obra de Titón y Tabío.
Nominada en la categoría de Mejor Película Extranjera, en los Premios Oscar y Ganadora del Premio Goya al mejor largometraje extranjero en la década de los noventa, “Fresa y Chocolate” a 30 años de haberse dado a conocer nos sigue recordando que el amor y la amistad entre los seres humanos puede sobrevivir a pesar de las más profundas diferencias.
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