De retos se hacen los hombres y a Francisco Sollet Duany no le intimidan las grandes empresas.
Hace 13 años llegó a Venezuela, por primera vez, para rehabilitar pacientes del estado Miranda. Luego, la vida y el deber lo llevaron hasta el Delta Amacuro, donde al trabajo se sumaron el gran Río Orinoco, sus caños y una cultura aborigen como gigantescos obstáculos entre la Misión Médica Cubana y la salud de Venezuela.
Allí volvió a crecer la voluntad de Francisco, que hoy, desde la Sala de Rehabilitación Integral “Ramón Arístides Lira”, recuerda y relata, con orgullo, su aventura internacionalista.
“Llegué a Venezuela en el 2007, y trabajé por más de 3 años en el estado Miranda. Fue muy enriquecedora la experiencia. Tras regresar a la Patria, me llamaron nuevamente, para rehabilitar pacientes en el Delta Amacuro, un estado lejano. Aquí trabajé en un CDI fluvial, en lugares de difícil acceso, donde la corriente eléctrica se pone pocas horas al día, mediante un planta generadora”.
Otro reto importante es la población, de origen warao. “Es una etnia indígena, de pocos recursos y ninguna cultura de lo que es la rehabilitación. Incluso, algunos no aceptan que los toques. Poco a poco, fuimos creando ese hábito en ellos, mostrándoles que las terapias eran beneficiosas para su salud.”
El rehabilitador cubano Francisco Sollet Duany siente que ha ayudado, que ha vencido retos y que el pueblo de Venezuela le agradece. Así, confiesa, no hay gran empresa, proyecto o sueño que puedan intimidarle.
“En general, los venezolanos son gente agradecida y prefieren tratarse con nosotros, que damos todo por el paciente. He aprendido mucho: cada día que uno está aquí ve algo diferente y enriquecedor.”
El estado venezolano de Delta Amacuro y su ramillete de islas; el Orinoco y la cultura warao que le acompaña en su cauce, son de hecho, gigantescos abismos entre la Misión Médica Cubana y la salud del oriente venezolano. Por suerte, gente como Francisco Sollet Duany, se despierta cada día, con el ánimo y la voluntad de vencerlos.
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