Leticia y Eduard tienen mucho en común. Pertenecen a generaciones diferentes, nacieron en localidades distantes, ella siente el orgullo de pertenecer a eso que llaman “la vieja guardia” y él, tiene el ímpetu de “los pinos nuevos”… pero es más lo que les une.
Ambos trabajan hoy en el Centro de Diagnóstico Integral “María Genoveva Guerrero”, en la localidad caraqueña de Montalbán, como colaboradores de la Misión Médica Cubana en Venezuela y, lo más importante: los licenciados Leticia Naranjo Estrada y Eduard Stuart Tamayo sienten la satisfacción común de ser enfermeros.
Leticia, ya con 2 misiones internacionalistas en Venezuela, recuerda los tiempos en que, incluso, dirigió el Centro de Alta Tecnología de la Misión Médica Cubana en el estado de Mérida. Eduard, ya con 2 años y medio en su primera vez como cooperante de la medicina cubana, guarda relatos de su paso por Ocumare de la Costa de Oro, en el estado Aragua.
Y aunque las hayan vivido en sitios y momentos diferentes, hay historias que entrelazan a Leticia, la de la vieja guardia, y al retoño Eduard. Anécdotas, logros y frustraciones que dignifican la manera cubana de hacer Enfermería.
Según Leticia, ningún paciente es tarea fácil. “Han llegado, por ejemplo, con un asma bronquial agravada, y hemos tenido que entubar y darle todos los cuidados que esa situación requiere. Por suerte y tras mucho trabajo, a mayoría se recupera y regresa a casa.”
A Eduard, en su más reciente turno de guardia, le tocó enfrentar un momento complicado para cualquier enfermero.
Un señor de 84 años de edad con un edema agudo del pulmón. Hicimos lo que correspondía, pero el señor falleció. Fue muy duro para nosotros, que damos todo por cada paciente.
Ambos coinciden en que el enfermero, al estar a cargo del tratamiento directo, establece una relación muy cercana con sus pacientes.
Pasamos mucho tiempo con ellos, le brindamos apoyo no solo médico, sino psicológico. Sinceramente, la relación enfermero-paciente es muy fuerte, si se sabe cultivar de la mejor manera.
A Leticia Naranjo Estrada y Eduard Stuart Tamayo los unen una vocación, 2 países y cientos de pacientes agradecidos por su trabajo en el CDI de Montalbán. Ella, con la experiencia de “la vieja guardia”; él, con las ansias de “los pinos nuevos”; ambos, con el orgullo inmenso de ser enfermeros y cubanos.
Yo nací para ser enfermera. Disfruto cuidar de los demás. Donde me necesiten para salvar una vida, ahí estaré.
Por mi parte, vivo orgulloso de ser enfermero. Me gradué con título de oro, hice mi especialidad, trabajo en lo que me gusta. Mis hijos y mis padres me ven con orgullo. Ante todo, soy enfermero.
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