Por Dalia Reyes Perera
Para llegar a la Parroquia de Santa Elena de Guairén, en el municipio Gran Sabana, hay que recorrer más de mil kilómetros desde Caracas y de ellos, unos 600 desde Ciudad Bolívar, capital del Estado del mismo nombre.
Debe viajarse por grandes carreteras y autopistas, dejar urbes y pueblos pequeños, como salidos de las historias garcíamarqueanas, pero también pasar por caminos difíciles, entre montañas, hasta llegar a esos parajes, limítrofes con la frontera con Brasil. Una comunidad de difícil acceso, fundamentalmente indígena y pobre, que necesita mucho amor y esperanza y que agradece cada gesto de solidaridad que llega desde unos ángeles vestidos de blanco que llegaron de una isla encantada.
Precisamente amor y esperanza son las luces que acompañan a los más de veinte colaboradores cubanos isla que están allí, en el Centro de Diagnóstico Integral “Dra Kelly Ann Lordz Pacheco” con el placer de servir.
El joven Doctor Leonardo Figueredo Dávila es el director de ese CDI donde existe una gran familia, y asegura que atienden una población de más de 33 mil pacientes, “ofrecemos servicios en una Sala de Rehabilitación con fisiatras, rehabilitadores, un logopeda y una podóloga, también contamos con otras especialidades, como enfermería, odontología, laboratorio y Rayos X. Es indescriptible estar aquí, y sentir cada vez que viene un paciente, la sonrisa en su rostro por lo que hacemos”, agrega.
En el CDI fronterizo nada se olvida. La formación de jóvenes venezolanos como futuros profesionales de la salud y la capacitación de los propios especialistas cubanos es una prioridad, tal y como asegura el Doctor Amaury Coello Anaya, Vicecoordinador Docente, quien aclara que “en estos momentos hay 39 estudiantes en la plantilla, entre ellos jóvenes indígenas y tratamos de que adquieran sus conocimientos para que en un futuro estén listos y puedan atender a la población venezolana; también nos preparamos para que nuestros especialistas comiencen desde aquí sus Doctorados, incluso con temas de investigación novedosos que pueden encontrar en esta tierra hermana”, señala.
Allí se advierte la felicidad de quienes hacen bien, sin pedir nada a cambio. Hay historias de pacientes recuperados, del abrazo o unas manos tendidas de agradecimiento, del niño con una lesión cerebral que puede caminar y decir sus primeras palabras, de la Doctora que ha hecho más de veinte partos, definitivamente, el deber y el humanismo como banderas.
El Doctor Rafael Leonardo García Leyva, de Santiago de Cuba, tiene ocho meses en la misión, es el estadístico, pero más que cifras, prefiere hablar de sentimientos.
Muy emocionado, confiesa: “Ahora mismo se me ocurre la estadística de la cantidad de Ecos y ultrasonidos que realizamos, lo cual demuestra cuánto este pueblo demanda ese servicio que es vital para hacer diagnósticos, aquí vienen muchas personas a hacerse ecografías, una vez le pregunté a una joven como la atendían los médicos cubanos y me dijo con lagrimas en los ojos que nunca se había sentido mejor tratada”.
Sin embargo, hay instantes de tristezas y nostalgias, porque como dijo este joven profesional “siempre se piensa en la familia, pero saber que ayudamos a otros seres humanos nos da fuerzas, eso no tiene precio, leí un libro del escritor y conferencista Jhon C. Maxwell, y eso me ha calado, pues él insiste en que lo importante no es lo que ganes por tu trabajo, sino lo que te marque espiritualmente el trabajo que realizas, eso es lo que experimento aquí, estar en esta misión internacionalista es muy reconfortante, nos hace sentirnos muy útiles a la humanidad”, sentencia.
Al despedirme de este sitio paradisíaco, vuelvo a tener la certeza de que en el Centro de Diagnóstico “Dra Kelly Ann Lordz Pacheco”, en un sitio muy cercano a la frontera con Brasil, colaboradores cubanos renacen la esperanza.
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