A Norma Trujillo de Galarraga la conocí en una visita a la comunidad “El Guapo”, un asentamiento enclavado en el municipio Páez, del Estado Miranda, en Venezuela, donde viven personas muy pobres.
En ese sitio de difícil acceso, a pesar de visibilizarse algunos signos de violencia, -sobre todo con más énfasis años atrás-, también habita mucha gente sencilla que, cuando llegas al lugar, sonríe y te estrecha las manos con esa expresión de franqueza que sólo los buenos pueden mostrar.
Norma es docente jubilada, enlace parroquial del Equipo Político Municipal, y hace más de veinte años se convirtió en madre de muchos cubanos, cuando abrió las puertas de su casa a hombres y mujeres de batas blancas que llegaron desde una isla amada para traer salud y amor a su pueblo.
“He permanecido con este personal cubano desde el 2003, mi esposo y yo los recibimos en mi casa, y allí se mantuvieron, les ofrecimos lo que teníamos y sobre todo, mucho cariño; ahora recuerdo al primer coordinador de la Brigada, el Doctor Juan Sansarín, del municipio Placetas, por esta zona han pasado médicos, administradores, y mi hogar siempre ha estado a la orden para ellos”, confiesa.
El Guapo es un caserío humilde donde nunca hubo buenas condiciones de vida. Cerca de comunidades como Tacarigua de La Laguna; Río Chico y Tacarigua de Mamporal, allí el día a día de los paisanos se hacía muy difícil.
En el año 2003, un giro de 180 grados comenzó a experimentarse en la región con la llegada de las brigadas médicas cubanas. Lo sabe muy bien Norma, que hoy da gracias a Dios por haberle dado la oportunidad de recibir a estos mensajeros y mensajeras de la esperanza.
“Ha sido una maravilla, este era un pueblo con deficiente atención de salud, hoy las personas tienen una institución donde pueden ir si enferman y son atendidos con mucha calidad y cariño, todo ello gracias al proceso revolucionario, con el Comandante Chávez al frente, y los Convenios de Colaboración entre las dos naciones, que permitieron que los especialistas cubanos llegaran hasta lugares apartados como este. Hemos pasado situaciones muy difíciles, pero vamos a salir adelante con esta Venezuela que tanto queremos, esto ha sido una bendición de Dios”, expresa.
La madre de los cubanos en El Guapo echa la vista atrás y asegura que desde hace veinte años quienes viven en allí sienten que su salud está más protegida con esos especialistas cubanos que les tienden las manos y les ofrecen los servicios médicos, sin pedir nada a cambio, solo el agradecimiento como recompensa mayor.
“Antes teníamos que ir a Río Chico si teníamos alguna enfermedad, también las Brigadas Médicas han llegado a 37 comunidades que tiene la Parroquia el Guapo, y se extienden por todo el municipio Páez, incluso tenemos médicos en otras comunidades más alejadas como Tacarigua de la Laguna, Paparo y San Fernando”, aclara.
Por eso Norma, la madre de los cubanos todavía llora cuando abraza a un colaborador que termina la Misión porque las despedidas siempre le provocan nostalgias, o evoca los recuerdos de aquellos primeros que llegaron para convertir su casa en una mansión de solidaridad.
“Al inicio teníamos deportistas y personal de la Misión Cultura, pero lo que más se radicó acá siempre fue el personal de Salud, inicialmente vivían en viviendas de familia, hasta que después tuvieron su propio alojamiento, pero siempre vuelven a mi hogar, que llaman la Coordinación, mi casa siempre ha estado abierta para ellos, los quiero como mis hijos. Ellos tienen aquí una receptividad total, los cubanos son unos hijos más del Guapo”, concluye Norma con emoción.
Y así despedimos a esta venezolana de pura cepa que sigue caminando por la comunidad, sumando amigos, preocupándose por su gente, y con el calificativo muy bien ganado de ser la Madre de los Cubanos.
Detalles en la propuesta radial.