Podremos ser un país bloqueado, y los somos; una nación de escasos recursos materiales, también; pero tenemos otras reservas que valen ¨oro¨, y nadie las puede ni bloquear ni hacer desaparecer, porque dependen de nosotros mismos, y están ahí, con raíces profundas, para florecer de un robusto tronco con ramas multiplicadas.
Para interpretar cada frase, no hay más que apreciar o recorrer cómo apenas el huracán Rafael salió fuera de territorio nacional, y otro ¨huracán humano¨ brotó a dar ¨contracandela¨ para resarcir los daños y hacer desaparecer más temprano que tarde, las huellas fatídicas dejadas por un meteoro que se ensañó por cada lugar por donde pasó.
En Cuba las reservas de amor, solidaridad, cooperación y hermandad se movilizan. No hay cómo medir hasta dónde ha llegado el sentido resolutivo y colaborativo de hombres y mujeres de los sectores eléctrico, la construcción, las comunicaciones, la agricultura, el aporte de los jóvenes, estudiantes, vecinos, e incluso hasta amigos de otros países que nos visitan y quedan perplejos ante la significativa avalancha humana que ocupa cada sitio donde la destrucción y la desidia del fenómeno natural aún está presente.
Desterrar las huellas destructivas de un fenómeno de gran magnitud, no es posible solo desde la gestión de Gobierno – rápida, concreta, integral, sensible-, sino no está además acompañada de la movilización popular, que une las fuerzas como una gran fuerza; que es capaz de acortar tiempos en la recuperación; que busca salidas inteligentes y creativas para hacer de lo imposible, posible; que hace realidad la sentencia de que en la unión está la fuerza.
Párrafo aparte para la actuación de los integrantes de nuestras Fuerzas Armadas Revolucionarias y el Ministerio del Interior, junto al pueblo, codo a codo, contribuyendo a sanear la ciudad y las comunidades, aportando equipos imprescindibles de trabajo, apoyando desde la industria la rehabilitación de equipos pesados que sufrieron daños tras el paso de Rafael.
En medio de condiciones muy complejas, agravadas por la contingencia del huracán y la generación eléctrica, un pueblo se levanta; firme, erguido pero también acompañando a la máxima dirección de la Revolución en el empeño de avanzar, y hacerlo con la mayor calidad posible.
En el lado opuesto están los odiadores. Los incrédulos que una vez más minimizan los esfuerzos de cubanos agradecidos, y que hasta se manifiestan con alegría cuando este corajudo archipiélago tiene que enfrentar nuevos desafíos.
Los odiadores en las redes sociales digitales, y otros medios de comunicación, no entienden de solidaridad y hermandad, o sí, por eso quieren destruir lo mejor que ha sembrado un sistema diferente, que lucha por desarrollarse frente a escaseces, medidas restrictivas unilaterales, inclusión en una lista espuria de países supuestamente patrocinadores del terrorismo, y no pierden tiempo para manipular la realidad cubana y tergiversarla.
La mejor respuesta es el amor, la solidaridad y el humanismo. Cada uno de esos ingredientes multiplicados, nos salvará, aún en las circunstancias más difíciles.