Una mirada al terreno del estadio “Jorge Luis García Carneiro”, de La Guaira, permitía adivinar el gran espectáculo que se preparaba. La expectativa crecía, según se llenaban las gradas, según se acercaban los minutos de la inauguración de los V Juegos del ALBA.
Venezuela, como siempre, se esmeraba en recibir a sus naciones hermanas. Y el abrazo rompió todo protocolo.
Como se esperaba, hubo alegría. Los colores y la música de Venezuela llenaron la bella instalación guaireña, cercana a un mar inquieto. Llovieron fuegos artificiales, se hicieron olas de gente alegre, ardió el ímpetu de los atletas y hubo desfile.
Pasó la azul Antigua y Barbuda, luego la verde Bolivia… y tocó el turno a Cuba, vestida del rojo pasional de su gente. Y sobrevino entonces el abrazo, porque en el terreno estaba el presidente Nicolás Maduro y porque, entre hermanos, no caben ceremonias.
Cuba, su delegación en pleno, sintió el abrazo de Maduro. Y fue hermoso. Era la suma de lo espontáneo y de lo sentido. Como si Fidel y Chávez volvieran a unir sus pechos. Fueron Cuba y Venezuela, hechas cariño sincero.
Pasaron más atletas, hubo más algarabía y bienvenidas y buenos deseos. La inauguración de los Quintos Juegos del ALBA fue el espectáculo que se vaticinaba, gracias también al rojo de Cuba y a un abrazo que rompió todo protocolo.
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