No es la primera que vez que abordamos en este espacio de opinión el tema de la discapacidad como un asunto de alta sensibilidad para la sociedad cubana.
Las proezas deportivas que ahora misma protagonizan nuestros atletas en los Juegos Paralímpicos en Chile, nos dan otra prueba fehaciente de las altas potencialidades que albergan todos los seres humanos.
Por tal motivo, nuestro pueblo, tan solidario y altruista, tiene que seguir abriendo ojos, mentes y corazones para abolir cualquier forma de segregación o rechazo a las personas en situación de discapacidad, comentó para Haciendo Radio, el periodista Francisco Rodríguez Cruz.
O dicho de otro modo, la discapacidad en los seres humanos, más que como una limitación o impedimento de individualidades diversas y valiosas, tenemos que verla fundamentalmente como nuestra propia incapacidad, la del resto de la ciudadanía, a la hora de integrarles y contribuir a su pleno desarrollo.
Discapacitada sería, nadie lo dude, una sociedad que no lograra hacer prosperar y emplear en beneficio colectivo lo mejor de cada persona, con independencia de cualquier peculiaridad en su condición humana.
Por eso nunca será suficiente todo lo que podamos hacer para la preparación e inserción de las personas en situación de discapacidad en la vida laboral, o para garantizar su acceso con las mayores facilidades posibles al estudio, el deporte y la cultura.
Porque también hay maneras sutiles, que pueden resultar muy dañinas, de apartar, soslayar, privar de oportunidades y sueños a un ser humano que enfrenta una discapacidad. A veces se les puede herir o perjudicar incluso hasta con aparentes buenas intenciones de protección, lo cual puede ocurrir en cualquier ámbito, desde el familiar hasta en los estudios o el trabajo.
En particular, en el ámbito laboral hay que seguir muy de cerca que las transformaciones del modelo económico no impacten de manera negativa en los programas de apoyo al empleo para personas en situación de discapacidad.
Hay que considerar que se trata de un grupo social que halla en el trabajo no solo una forma de sostén para sí y para sus familias, sino que también alcanza mediante una labor concreta y práctica su realización íntima como seres humanos útiles e independientes.
La familia y la comunidad son esenciales también para esta adecuada comprensión y para la creación de las condiciones necesarias, materiales y psicológicas, de manera que la discapacidad no se convierta en un obstáculo insalvable que nos haga desaprovechar talentos y habilidades.
Los mecanismos de atención social tienen que continuar además en la mira de los gobiernos en todos los niveles, donde debe primar la mayor agilidad posible en las respuestas, y un sexto sentido que les aparte de los tan usuales impedimentos burocráticos o las formalidades y demoras que a veces rodean la atención a las quejas y solicitudes de la población.
No es un asunto resuelto tampoco el acceso a diversos servicios y espacios públicos que no fueron concebidos con la concepción de eliminar barreras arquitectónicas o de brindar las posibilidades a toda la ciudadanía por igual, incluyendo a quien presenta alguna situación de discapacidad.
Todavía queda, pues, en definitiva, mucho por avanzar en materia cultural y también en la aplicación práctica de esa filosofía de facilitar la participación y el aporte de todas las personas, con la premisa clara de que discapacidad no tiene por qué ser incapacidad.