Detrás de un buen maestro hay mucho amor y sensibilidad acumulados. Enseñar no es cosa de juego porque implica depositar saberes en otros para toda la vida, y también contribuir desde el desarrollo de aptitudes y actitudes, a la formación de la personalidad de nuestros niños en complemento con la familia y la interacción con la sociedad.
Cuba necesita más que nunca recuperar esa vocación de educar, que es más completa que enseñar. Y lo reconoce, ahora mismo, con el respaldo salarial parcial a un sector del que todos hemos sido beneficiarios y es imprescindible, pero también hablamos de la necesidad del acompañamiento de las familias como complemento a la misión del maestro para transmitir conocimiento desde un aula en el proceso de preparación de nuestros hijos, nietos, sobrinos.
Los tiempos cambian, y lo hacen tan aceleradamente que no nos damos cuenta de las transformaciones y cómo estas influyen en los métodos educativos y también en la necesidad de ayudar y cooperar que tenemos todos en el largo camino del proceso docente-educativo-formativo.
Hemos escuchado a no pocos padres afirmar que la responsabilidad de enseñar a sus hijos es solo del maestro ¨que hagan su trabajo¨, es una frase muy reiterada. Es cierto que a ellos les toca preparar con paciencia y mucha responsabilidad a quienes acuden a las aulas, pero igualmente les corresponde a los padres ponderar esa actitud, hacer lo suyo en casa.
El modelo educativo cubano tiene hoy a nuestro juicio desafíos tremendos, porque tiene lugar bajo la influencia sin límites de las nuevas tecnologías de la información y las comunicaciones con las que un niño incluso está interactuando desde la primera infancia y recibe su buena o mala influencia.
Pero hay más. No solo es enseñar para desentrañar el complejo mundo en que vivimos y entenderlo, es también ir poco a poco dotando al estudiante de herramientas que le permitan separar la paja del grano, o sea, identificar lo bueno de lo malo, lo simple de lo complejo, lo banal de lo profundo. Y esa tarea es mucho más difícil porque no es solo del maestro, también la sociedad tiene responsabilidad.
Está igualmente cómo contribuimos a nuestro buen comportamiento, cómo fomentar y crear valores y convicciones desde pequeños para conducirnos en la sociedad, el civismo y el respeto por los otros, la necesidad de estimular la decencia, el buen comportamiento donde un maestro también es un espejo donde se deben mirar los alumnos.
El modelo educativo cubano transita hacia algo más grande, no es solo conductista, hipodérmico, transita hacia lo interactivo y el logro de una formación integral, ética y patriótica, para conectarlo con los intereses de una sociedad como la que defendemos, donde el ser humano es lo primero, y para ello, formar hombres y mujeres íntegros es fundamental.