El teatro vernáculo cubano hizo imprescindibles las figuras del gallego y el negrito. Dos personajes siempre en pugna, pero que al final todo lo arreglaban con una rumbita fraternal y feliz.
Los tiempos actuales tienen hoy el caso de habaneros y orientales. Hay una aparente discordia y muchos vivieron recientemente las intensas jornadas en el estadio Latinoamericano, extrañando a un Armandito el Tintorero gritando a más no poder, al mismo tiempo que Manuel Alarcón ordenaba la salida del Cocuyé. Es así.
Pero… Un habanero ilustre, José Martí, reposa sus restos allá, mientras que un oriental de pura cepa, Antonio Maceo, guarda su estatura de bronce en tierras habaneras. Son de la loma pero cantan en llano. Para siempre.
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