Conozco personas que van al agromercado con su propia balanza para comprobar el peso de lo que adquieren, y también a otras que admiten con resignación que les roben gramos y hasta libras.
También sé de quienes en el barrio le llaman la atención al adolescente o joven que interrumpe el tránsito o juega en una zona inapropiada, y del que cierra la puerta y las ventanas sin importarle que tumben el edificio.
Soy testigo de que existen trabajadores que tratan de resolver el problema que les compete e incluso el ajeno, y también de la actitud indolente de a quienes no les preocupa nada de lo que sucede en su colectivo laboral, aunque eso afecte los servicios que brindan a la población.
Así, van por la vida esas personas que —como decimos popularmente— cogen lucha con todo, y otras que pareciera no importarles nada, o casi nada, que, como dijera el poeta, no es lo mismo, pero es igual, comenta para haciendo Radio, el periodista Francisco Rodríguez Cruz.
Aunque en lo más íntimo de cada quien casi siempre reconocemos esas actitudes, lo digamos o no, ya es menos frecuente que esa postura ante la vida la destaquemos en público, la pongamos como ejemplo positivo de lo que todo el mundo debería hacer.
Hay muchas razones para que eso suceda. Alguna gente sencillamente se cansa de esas pequeñas batallas cotidianas, no quiere que la involucren en dificultades cuya solución puede conllevarle discusiones y quién sabe cuáles otras molestias. A veces ni siquiera tenemos la magnanimidad de agradecer a esas personas que —dicho en el buen sentido— son conflictivas, buscapleitos, inconformes, y no solo allanan su camino individual, sino que con su rebeldía también defienden nuestros derechos.
Es cierto que no todos los días, en todas las circunstancias, frente a todos los obstáculos, podemos o queremos poner el mismo empeño. Pero no dejemos de admirar, ni de brindar nuestro apoyo y solidaridad, ni tratemos de disuadir a quien hace lo que tal vez nosotros deberíamos imitar.
¿Quién no escuchó alguna vez la frase ¡fulano o mengana están locos, siempre buscando líos, protestando, cogiéndose las cosas para ellos!?
Pues ojalá esa locura cundiera por toda la sociedad, la verdad. Entuertos que deshacer, y ofensas que desagraviar no faltan. Como si necesitáramos en estos tiempos muchos Quijotes de la vida diaria, dispuestos a romper lanzas por la justicia, la verdad y la decencia.
Echemos pie en tierra, en fin, junto con esas personas que siempre, o casi siempre, están —popularmente hablando— arriba del lío. Quién sabe si así también algo se nos pega. Sería un buen contagio ese, de que empezáramos todas y todos, con la mayor frecuencia posible, a coger lucha.