Cuando
era un adolescente Ernesto Guevara fue, junto a su hermano
Roberto, a pedirle permiso a su padre para que lo dejase trabajar
temporalmente, durante las vacaciones, en la recolección
de uvas en una finca cercana a la casa.
El padre se negó inicialmente atendiendo a que Ernesto
padecía de asma y él temía que se le
pudiera presentar un fuerte ataque lejos del hogar y que no
recibiera la atención requerida.
Mas como los muchachos estaban muy entusiasmados e insistieron,
finalmente él les dio la autorización correspondiente.
Se marcharon muy alegres pero varios días después
retornaron sucios, sudorosos y muy defraudados.
Su padre inquirió que les había pasado.
“Se notaba que habían regresado a pie y mostraban
la fatiga de la larga caminata. Ernesto además traía
a cuestas un buen ataque de asma.
- ¿Cómo? – les pregunté -, ¿Qué
pasó?
- Es un gaucho de m.... –dijo Ernesto refiriéndose
a su patrón con aire enojado -Trabajamos 3 días
lo más bien. Pero yo no sé si por haber comido
demasiada uva me empezó a dar asma. Trate de seguir
trabajando, pero me fue imposible y entonces decidimos volver.
Cuando le pedí que nos pagara lo que nos debía,
el muy sinvergüenza nos dio solo la mitad, porque, según
el, no habíamos cumplido con el contrato. Es un hijo
de una gran... y yo quiero que vengas con nosotros para romperle
el alma.
“Estaba enfurecido, la injusticia cometida por su patrón
le parecía intolerable.
“Tal vez fue este el primer impacto que tuvo Ernesto
sobre la manera que tratan muchos patrones a sus obreros.”
|