Ernesto
Guevara prefería practicar los deportes fuertes, en
los que era necesario desarrollar una intensa actividad física.
A sus padres le preocupaba bastante esa preferencia de su
hijo por el asma que padecía, pero él no le
daba mucha importancia a la enfermedad y se sentía
feliz cuando jugaba, por ejemplo, al fútbol y al rugby.
Cuando vivía en Alta Gracia, Ernesto practicaba el
fútbol tanto en una cancha como en cualquier terreno
libre de malezas.
Su padre afirmó que a él no le importaba tampoco
que hiciera frío o calor ni que hubiera lluvia o vientos
ya que el fútbol lo hipnotizaba.
En Buenos Aires en el club de San Isidro solía practicar
el rugby. Particularmente su familia sentía cierto
temor por la practica sistemática de este deporte tan
violento e incluso algunos médicos le habían
expuesto a su padre que eso ponía en peligro su vida
puesto que era posible que su corazón no resistiese
tal carga.
Ernesto Guevara Lynch trató de convencer a su hijo
para que desistiese de la práctica de dicho deporte
y le expuso lo que le habían manifestado los especialistas.
No obstante recibió una respuesta categórica
del joven:
-Viejo, me gusta el rugby y aunque reviente lo voy a seguir
practicando.”
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