Ernesto
Guevara tenía menos de diez años cuando en España
los republicanos se enfrentaron a las agresiones de los fascistas.
No obstante los acontecimientos en este país influyeron
en el infante y esto se reflejó hasta en sus juegos
con sus amigos.
En su casa solían reunirse varios amigos de sus padres
y comentaban acerca del desarrollo de las acciones bélicas
en España.
“Nuestro hijo mayor escuchaba con atención todo
lo que se hablaba e incluso en un mapa de España que
le conseguimos fue marcando con banderitas el reporte de las
batallas y combates. Pero lo más relevante no fue eso
sino lo que estaba ocurriendo en el patio de nuestra casa.”
La familia Guevara vivía entonces en Villa Nydia, en
la zona de Alta Gracia. Era una amplia casa que contaba además
con un terreno de más de una hectárea, en donde
prácticamente había un espeso monte.
Sin que sus padres lo supieran Ernesto en unión de
varios de sus amigos empezó a construir en dicho terreno
algunas trincheras comunicadas entre si por pasillos subterráneos.
Entonces ellos solían jugar a la guerra española
y con la utilización de palos y piedras entablaban
“combates”.
“Muy especialmente recuerdo un día en que estando
leyendo en mi estudio llegó uno de los chicos quejándose
de una pedrada en una pierna. Fui a ver que pasaba y me encontré
con que en el fondo de los terrenos de mi casa, habían
construido varias líneas de trincheras intercomunicadas
y en ella había un verdadero depósito de piedras.
“Averigué más y supe que desde hacia muchos
días jugaban a la guerra. De un lado 15 o 20, del otro
lado, otro tanto. Peleaban y se defendían a pedradas.
Yo, inocente creía que sus juegos no representaban
ningún peligro, pero allí me di cuenta de que
era un verdadero entrenamiento para la formación de
hombres.
“Después me olvidé de todas estas cosas.
Me olvidé del Ernesto montaraz. Pasó el tiempo
y él siguió el curso de la vida. Estudió
y se hizo prácticamente un científico. Nunca
hubiera pensado que estas pequeñas inclinaciones guerrilleras
fueran las determinantes posteriormente. Se unían en
él dos cosas: el haber vivido en el campo, en contacto
con la naturaleza, haciéndose experto en el dominio
de ella y, el haberse hecho, al mismo tiempo un aprendiz de
guerrero.”
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